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Las noticias son un negocio.
Las noticias son entretenimiento.
Las noticias son... como los cereales del desayuno.
Al menos así lo cree David Perell.
Y es que aunque hoy en día hay consenso en que los cereales son alimentos hiper-procesados y con harto azúcar, alguna vez fueron vistos como comida saludable.
Mi propia generación no debe olvidar que en los noventa y gran parte de la década siguiente existió mucha propaganda que comunicaba los beneficios de desayunar un bol de cereales con leche. En televisión veíamos al tigre de Zucaritas, al perro de Chocapic, al tucán de Froot Loops, todos creciendo sanos y fuertes gracias al nutritivo desayuno que consumían. (Estos "monos" dejaron de aparecer cuando comenzó a regir la ley de etiquetado que desenmascaró su real aporte nutricional.)
La intensa campaña publicitaria respondía a que las personas suelen consumir lo mismo al desayuno, por lo que si lograban convencerte, serías fiel a una marca y producto. ¡Y qué mejor que partir convenciendo a los niños!
Y así como algunos nos hicimos fieles a nuestro cereal favorito para el desayuno, también, como consumidores, nos hacemos leales a nuestras fuentes de información y noticias. Y también se parecen —en algo más— el cereal y las noticias: ambos son consumidos vorazmente antes de salir de casa, en el poco tiempo disponible. Sabemos que no son las opciones más saludables, pero son baratos, fáciles y rápidos de consumir.
Y así como hoy sabemos que el cereal es básicamente azúcar para el cuerpo, Perell sostiene que quizás las noticias sean azúcar para la mente.
Por una parte, el consumo obsesivo de noticias conduce a un sesgo de negatividad que distorsiona nuestra percepción del mundo. Crear cosas toma tiempo, pero destruirlas es rápido y captura mejor nuestra atención. Por eso los eventos que copan las portadas y páginas de bienvenida de sitios de noticias y en televisión son casi siempre negativos. Es poco común ver noticieros comenzando con notas sobre cosas que toman tiempo (avances tecnológicos y científicos, mejoras en infraestructura, conservación de la naturaleza, etc.).
Se necesita algo más efectista.
Por eso las noticias están sesgadas hacia eventos fugaces y dramáticos: accidentes, incendios, robos y muertes trágicas. En el caso de la política: cuñas de pasillo, twits, polémicas del día, etc.
Todo esto, pienso, contribuye a que las noticias no entreguen una visión realista de las cosas.
En Estados Unidos, por ejemplo, más de la mitad de las muertes cada año son causadas por dos agentes: cáncer y enfermedades cardíacas. Pero un estudio mostró que entre 1999 y 2016 sólo cerca del 15% de la cobertura mediática del New York Times y The Guardian se referían a dichos factores. Para la gente que consume regularmente estas fuentes de información, la mayoría de las personas muere asesinada o víctima del terrorismo:
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En Chile el escenario no es muy distinto.
En los últimos años, por ejemplo, la cobertura mediática de asaltos, encerronas, portonazos, homicidios, etc. sólo ha aumentado. No debiera extrañarnos que según el último sondeo del INE un 86,9% de las personas perciba un aumento de la delincuencia en el país, aunque la tasa de victimización haya disminuido.
Y es que, lamentablemente, debido a que las noticias son hoy una industria del entretenimiento, la mayoría de los medios se ven obligados a jugar con los algoritmos de las redes sociales y/o a escribir titulares engañosos, dando interpretaciones capciosas de eventos noticiosos. (Quién no vió en televisión, durante la campaña del Plebiscito pasado, debates sobre temas constitucionales que, aunque fueran explicados y aclarados, en el titular persistía la duda. Esto se debe, a mi parecer, a que el interés del medio no es informar sino entretener y, por tanto, intentar mantenerte cautivo en su señal.)
Y más allá de los efectos de las redes sociales —donde Twitter sea probablemente el "sitio de noticias" más grande del mundo—, también creo que bajo la perspectiva de los medios de comunicación como empresas que necesitan responder (con ganancias) a sus inversionistas, la calidad promedio de lo que consumimos es cada vez peor.
Se ha aumentado en rapidez de publicación pero a costa de la calidad.
Vemos, escuchamos y leemos sobre más cosas, pero en un formato simple, rápido, digerible y superficial.
Pero ojo, no estoy diciendo que el problema con las noticias es que sean poco rigurosas o falsas, ni mucho menos (aunque a veces sí lo sean). Simplemente comparto el diagnóstico de David Perell de que, como con toda situación personal, si estamos siempre muy cerca de lo que sucede, nunca podemos analizar nada en su justa medida.
A veces hay que alejarse para masticar y comprender.
Es el tiempo el que nos da perspectiva.
Por desgracia, en el mundo hiperconectado en el que vivimos, estamos bajo presión sobre saber (y opinar) de lo que sucede permanentemente. No debiera sorprendernos, pues, que la mayoría de las noticias que consumimos carezcan de información relevante para comprender —a cabalidad o con mejor contexto— lo que pasa.
Hoy importa lo inmediato, lo que no siempre es lo relevante.
Y así como las redes sociales nos conducen a un presentismo digital, las noticias también nos invitan a caer en la trampa del Ahora-Que-Nunca-Termina (Never-Ending Now): se nos transmite que consumir noticias todos los días es un buen hábito. Después de todo, "el hombre que no es informado, no puede tener opinión", ¿cierto?
Pero al igual que los cereales, no porque los consumamos diariamente son un hábito saludable.
En resumen, creo que cuando dirigimos nuestra atención a las noticias de último minuto (las Breaking News de CNN que, aparentemente, ahora suceden todo el tiempo), en realidad lo único que hacemos es sobrecargarnos de información irrelevante y de eventos poco comunes. Damos demasiada cobertura y publicidad a eventos raros, que no suman, lo que distorsiona nuestra percepción del mundo.
![Twitter avatar for @patio11](https://substackcdn.com/image/twitter_name/w_96/patio11.jpg)
¿De verdad es alguien mejor informado quien consume matinales, noticieros y diarios de circulación nacional? Yo lo pongo seriamente en duda. Recordemos: consumir información no es lo mismo que adquirir conocimiento.
Qué hacer
David Perell compara las noticias con los cereales del desayuno porque sabe que la metáfora de la información como comida es acertada. De hecho, nosotros mismos usamos frases del tipo "hambre de saber", "necesito digerir esta idea", "ella tiene sed de conocimiento", etc. (Un ejemplo musical: el álbum Piece of Mind de Iron Maiden originalmente se llamaba "Food for Thought").
Y con esa misma metáfora podemos comprender que así como comer saludable es una batalla diaria (aunque las opciones existan), consumir información "nutritiva" también lo es. Es absolutamente posible, pero exige un esfuerzo deliberado.
Volviendo a la analogía de Perell de las noticias como el azúcar de la mente, si somos esclavos de los medios masivos y los algoritmos de redes sociales, terminaremos con una diabetes intelectual.
Hay que rebelarse contra los sesgos y los incentivos de los medios de comunicación tradicionales.
Pero tal como plantea Perell, no se trata de dejar de leer o escuchar las noticias diarias. Para él, el consumo noticioso moderno tiene un peso simbólico. Si no existiera ese contenido efímero y falsamente urgente, probablemente muchos políticos no prestarían atención a sus labores partidistas y a su deber con sus votantes.
Por el contrario, la reflexión de hoy se trata simplemente de tener presente lo siguiente:
"Que la mayoría de la información es irrelevante. Que saber qué ignorar ahorra tiempo, reduce el estrés y mejora la capacidad de tomar mejores decisiones." (Shane Parrish)
En consecuencia, no hay que confundirse.
Para el "consumidor consciente" esta es la mejor época posible. Internet está lleno de información de alta calidad. Sólo hay que saber buscar.
La invitación es quizás a saltarse el ciclo diario de noticias, que nunca acaba, y centrar la atención en un consumo más medido, más consciente. Quizás leer un buen reportaje en CIPER, mirar un documental o escuchar un podcast de análisis, sea más provechoso para "estar informado" que seguir diariamente matinales, diarios sensacionalistas y, para qué decir, redes sociales.
La clave de todo está en el tiempo.
Hay cosas que necesitan masticarse bien para digerirlas.
Y es que el tiempo sirve como un filtro de calidad.
Ya lo decía cuando escribí la columna Presentismo digital:
Si llevamos más de 150 años leyendo a Tolstói y Dostoyevski, más de 1.500 años a Epicteto y Séneca, o casi 3.000 años leyendo a Homero, ¡por algo será! O si Mozart y Beethoven llevan más de 200 años influenciando la música, ¡por algo será!
En el contexto noticioso, quizás leer un buen libro de historia de Chile, o algunos "clásicos" —como Mitos y verdades de las AFP de Alejandra Matus, El negocio de las universidades de Chile de María Olivia Mönckeberg, o Pescado rabioso de Carlos Tromben, etc.— nos conviertan en ciudadanos mejor informados de la realidad nacional que quien consume sólo lo polémico y mediático del último minuto.
Finalmente, Shane Parrish del blog Farnam Street nos invita a reevaluar nuestras fuentes de noticias haciéndonos las siguientes preguntas: "¿Esto es bueno para mí? ¿Tiene información detallada? ¿Es importante? ¿Resistirá la prueba del tiempo? ¿La persona que escribe es alguien que está bien informada sobre el tema?"
Probablemente hacernos estas preguntas filtrará aquellas noticias que en realidad no nos aportan.
Yo le sumaría además que siempre, siempre, ¡siempre!, hay que preguntarse por los incentivos detrás de las cosas que miramos, escuchamos y leemos. ¿Por qué apareció esta noticia, en primer lugar?
En Chile, por ejemplo, los medios de comunicación están altamente concentrados.
La prensa escrita está dominada por dos grupos económicos (70%):
El Mercurio SAP, de la familia Edwards, que publica El Mercurio, Las Últimas Noticias, La Segunda, las variantes regionales de La Estrella, entre otros (y más varias radios).
COPESA, de las familias Picó Cañas y Saieh, que publica La Tercera y La Cuarta (y más varias radios).
La televisión, cuyos noticieros más vistos el primer semestre de 2022 fueron los de Chilevisión, Mega y Canal 13, es controlada por:
Mega: Grupo Bethia (familia Solari) y participación anterior de la familia Claro.
Canal 13: Grupo Luksic, de la familia homónima.
Chilevisión: que si bien hoy es propiedad de Paramount, por varios años fue de Sebastián Piñera.
Para quienes no están al tanto de estos grupos económicos, comentar que la familia Solari tiene participación importante en Falabella, Isapre Colmena, Aguas Andinas, etc., además de varias viñas y radios. La familia Claro controla el Diario Financiero y varias empresas navieras y vinícolas, mientras que la familia Luksic es dueña del Banco de Chile, la CCU, varias mineras, y un largo etcétera. Álvaro Saieh, además de fundador de COPESA, es accionista de Itaú CorpBanca. (No por nada varios forman parte del ranking Forbes.)
¿De verdad estos grupos económicos concentran los medios de comunicación por el bien público? ¿Por difundir un contenido informativo pluralista e imparcial?
No lo creo.
A fin de cuentas, un consumo más consciente de noticias debiera estar fundado en dos principios: saber qué ignorar y saber dónde fijar la atención.
Así como ya no se ve al tigre de Zucaritas o al perro de Chocapic en televisión, quizás nosotros tengamos que dejar de informarnos a través de las noticias tradicionales y amplificadas en redes sociales, donde sólo importa lo último, lo negativo y lo efímero.
Y optar, en cambio, por un desayuno más nutritivo.