Realidad: ¿objetiva o construida?
¿Tenemos acceso a una realidad objetiva? ¿Y quiénes cuentan con (el privilegio de) ese acceso?
Según el biólogo Humberto Maturana, en su libro "La Objetividad, un argumento para obligar" (1992), la cuestión central que la humanidad enfrenta hoy en día es la pregunta acerca de lo que es la realidad.
Y es que pocas veces reflexionamos sobre este concepto. ¿Existe una verdad independiente de nosotros, que sea válida y cierta fuera de nuestra existencia como seres humanos?
¿Qué ocurre con los relatos que construimos para entender nuestro entorno? En este caso, enfrentamos permanentemente visiones subjetivas u objetivas de la (supuesta) realidad. Esta forma de comunicar es especialmente evidente en el quehacer científico (pues nace de ese acuerdo), pero también lo vemos en el discurso de la sociología y en la política, sin duda.
¿Quién no ha escuchado a algún político decir que tal o cual medida es objetivamente mala, frente a lo que propone su adversario? Esto quiere decir, entonces, que bajo el punto de vista de este político (del ejemplo), él es un privilegiado pues tiene acceso a una realidad, objetiva, a la cual el resto de políticos (del bando contrario, obviamente) no tiene acceso. O sea, debemos creer en él pues lo que dice lo dice fundado en un acceso privilegiado a una realidad objetiva (en la cual él no participa pero sí es capaz de reconocer).
Describo como ejemplo el quehacer político cotidiano, que vemos todos los días en televisión, pero este mismo argumento se esgrime en las relaciones personales.
Y es que todos hemos participado en conversaciones donde, ante algún problema, dilema o discrepancia, cualquiera sea el tema, no falta quien asegura estar analizando la situación objetivamente. Al decir esto, por muy vago y (aparentemente) sin importancia que se oiga, no entendemos que estamos inmediatamente anulando cualquier intervención posible de nuestro interlocutor, pues le estamos diciendo, en otras palabras, que nosotros tenemos acceso a la verdad, y él o ella, no. Fin de la discusión.
Respecto a este supuesto acceso a una realidad objetiva, Mark Manson escribe que los filósofos existencialistas asumen que es imposible saber algo con certeza, y que cualquier intento hacia una comprensión racional concreta del universo está completamente limitada, precisamente por esta imposibilidad de acceder a la realidad.
Y es que ya en el prólogo del ensayo El existencialismo es un humanismo, el francés Jean-Paul Sartre declaraba que "toda verdad y toda acción implican un medio y una subjetividad humana." O sea, no hay verdad sin subjetividad.
Esta es una de las razones por las cuales me seduce el pensamiento existencialista. Ellos se oponen a la existencia de principios racionales, objetivos y universalmente válidos. Todo es una convención social. Todo es dicho desde una perspectiva, como más tarde diría Nietzsche.
La propia superación de los distintos paradigmas (científicos, sociales, filosóficos) da cuenta de esto. Si no me crees, por favor lee Sapiens de Yuval Noah Harari.
En La objetividad, un argumento para obligar, Humberto Maturana explica que la realidad no es una experiencia, sino un argumento en una explicación. Dicho de otro modo, la realidad surge como una proposición explicativa de nuestra experiencia, no como algo "objetivo" que exista allá afuera sin nuestra participación.
Maturana dice:
"Un observador no tiene base operacional para hacer cualquier declaración o afirmación acerca de objetos, entidades o relaciones, como si ellas existieran independientemente de lo que él o ella hace." (Humberto Maturana)
¿Cuál es esa base operacional?
Tal como explica Rafael Echeverría en su libro El Búho de Minerva, Maturana establece un principio clave en su pensamiento: los seres vivos sólo pueden hacer lo que les está biológicamente permitido. Esta afirmación puede aparecer algo obvia, pero sorprendentemente no estaba dentro de la lista de principios fundamentales reconocidos por la filosofía.
Según Rolf Behncke, en el prólogo al libro El árbol del conocimiento (de Maturana y Francisco Varela), este principio hace "saltar la biología a un plano de importancia que sólo tiene parangón histórico con el salto cosmológico que hace dar la concepción de Darwin (y Wallace)."
¡¿Así de importante?!
Sí.
En el mismo El árbol del conocimiento, los autores expresan que:
"(...) Al fenómeno del conocer no se lo puede tomar como si hubiera "hechos" u objetos allá afuera, que uno capta y se los mete en en la cabeza. La experiencia de cualquier cosa allá afuera es validada de una manera particular por la estructura humana que hace posible "la cosa" que surge en la descripción. Esta circularidad, este encadenamiento entre acción y experiencia, esta inseparabilidad entre ser de una manera particular y como el mundo nos aparece, nos dice que todo acto de conocer trae el mundo a la mano." (Humberto Maturana y Francisco Varela)
Más adelante en el libro, dicen que todo esto puede encapsularse en el aforismo "Todo hacer es conocer y todo conocer es hacer".
De esto se desprende, siguiendo el principio clave de Maturana, que todo conocer dependerá entonces de la estructura del que conoce. De su estructura biológica.
Si bien los propios Maturana y Varela sostienen que no se pueden entender las bases biológicas del conocer solo a través del examen del sistema nervioso, pues es necesario entender estos procesos enraizados en el ser vivo en su totalidad, aquí no pretendo aterrizar ni presentar toda la argumentación de la biología del conocer. Podría destilar poco a poco sus escritos, siempre a partir de mi limitado entendimiento, en futuras entradas del blog. Pero claramente El árbol del conocimiento es una gran introducción al tema (si no te aguantas).
Pero vamos al grano.
En relación al sistema nervioso, Maturana y Varela explican que:
"(...) El sistema nervioso puede definirse, en cuanto a su organización, como teniendo una clausura operacional. Esto es, el sistema nervioso está constituido de tal manera que, cualesquiera que sean sus cambios, estos generan otros cambios dentro de él mismo, y su operar consiste en mantener ciertas relaciones entre sus componentes invariantes frente a las continuas perturbaciones que generan en él tanto la dinámica interna como las interacciones del organismo que integra. En otras palabras, el sistema nervioso opera como una red cerrada de cambios de relaciones de actividad entre sus componentes." (Humberto Maturana y Francisco Varela)
Esto quiere decir, entonces, que como sistema determinado estructuralmente, el sistema nervioso no opera ni puede operar con representaciones de un medio ambiente externo, pues todo lo que ocurre en él depende de los cambios ocurridos en la red cerrada que es (por la clausura operacional). A esto se refiere Maturana cuando dice que el medio no es instructivo: no hay nada externo que “le diga” al ser vivo lo que debe hacer, sino que es éste quien responde siempre de acuerdo a su propia estructura (biológica). Recordemos: los seres vivos sólo pueden hacer lo que les está biológicamente permitido.
Percepción e ilusión
En La objetividad, un argumento para obligar, Maturana complementa lo anterior diciendo que precisamente debido a nuestro determinismo estructural como seres vivos, y del sistema nervioso en particular, es que los seres humanos no podemos distinguir (en la experiencia) entre percepción e ilusión.
¿Cómo?
¿No podemos distinguir entre percepción e ilusión?
No, no podemos. Piénsalo bien. Solo somos capaces de discernir entre percepción ("realidad") e ilusión cuando contamos con un marco de referencia previo, ya sea nuestro o de otra persona. Por nuestra cuenta, al experimentar una vivencia por primera vez, es imposible distinguir entre realidad e ilusión.
Un acto de magia, un efecto especial, un espejismo. Todas estas experiencias las identificamos como ilusiones solo porque sabemos de antemano que de eso se trata. Alguien nos dijo. O bien lo experimentamos y aprendimos. Pero, cada vez, nuestra propia experiencia nos impide distinguir entre "realidad" e ilusión. Siempre lo hacemos de forma posterior. Quizás por eso nos entretiene tanto la magia, porque precisamente sabemos que no es real pero siempre logra engañarnos.
Si te interesa profundizar más sobre esto, te recomiendo la lectura del artículo "Percepción: Configuración conductual del objeto" de Maturana y Jorge Mpodozis (quien fue profesor mío en la universidad), que también se incluye en el libro "Desde la biología a la psicología" de Maturana.
También puedes ver este video recientemente publicado por BigThink:
Objetividad con y sin paréntesis
Si no podemos distinguir (en la experiencia) entre percepción e ilusión, ¿qué hacemos?
En Desde la biología a la psicología, Maturana nos explica que la única manera de salir de esta trampa de creer que tenemos acceso a una realidad objetiva independiente de nosotros es aceptar que constitutivamente, como seres biológicos, no tenemos dicho acceso.
Esto resuena con la afirmación inicial del absurdo de Albert Camus en El mito de Sísifo, de que "no hay verdad, sino solamente verdades." Cada uno construye su propio mundo.
"'Todo es subjetivo', dices; pero incluso esto es interpretación. El 'sujeto' no es algo dado, es algo agregado e inventado y proyectado detrás de lo que hay." (Friedrich Nietzsche)
Humberto Maturana nos invita, entonces, a abandonar la noción de realidad objetiva y no utilizarla nunca para validar nuestras afirmaciones.
Por el contrario, nos insta a colocar la objetividad siempre entre paréntesis, con nosotros "dentro de la realidad."
Solo cuando aceptamos el observar como fenómeno biológico aparecen los caminos explicativos de la objetividad con y sin paréntesis, pues nos damos cuenta que biológicamente no tenemos acceso a una realidad objetiva, en parte por la clausura operacional del sistema nervioso y a nuestra organización como seres vivos.
¿Qué es eso de objetividad con paréntesis y sin paréntesis?
Distingamos:
En el libro La objetividad, un argumento para obligar, Maturana explica que en el camino explicativo de la objetividad sin paréntesis (o "realidad objetiva"), vemos la realidad como algo que es, y no como una proposición explicativa. Y tal como discutimos más arriba, debido a la clausura operacional del sistema nervioso, y la constitución del ser humano como sistema viviente determinado estructuralmente (como todos los seres vivos), no es posible acceder a una realidad independiente de nuestro quehacer.
En cambio, en el camino explicativo de la objetividad entre paréntesis (o "realidad construida"), en palabras del propio Maturana, "la existencia es constituida con lo que el observador hace, y el observador trae a la mano los objetos que él o ella distingue con sus operaciones de distinción, como distinciones de distinciones en el lenguaje." O sea, nos valemos de nuestro hacer biológico y del lenguaje que nos permite distinguir “cosas” allá afuera.
Dicho de otro modo, en el camino de la objetividad entre paréntesis "el observador sabe que él o ella no puede usar un objeto que se asume existe como una entidad independiente como un argumento para fundar su explicación."
Como resultado de esta distinción, los hechos objetivos desaparecen y nos encontramos libres de la necesidad de pretender que tenemos un acceso privilegiado a una realidad objetiva que podemos usar para validar nuestras afirmaciones.
Las implicancias prácticas de este giro conceptual son importantísimas.
Abordemos dos:
Cuando tratamos problemas interpersonales: En Desde la biología a la psicología Maturana explica que cada vez que nos enfrascamos en una discusión con alguien, y no ponemos la objetividad entre paréntesis, entramos en la negación mutua, ya que cada parte está convencida de que él o ella tiene la verdad y sabe cómo son las cosas en realidad porque él o ella tiene un conocimiento objetivo del asunto en cuestión. Con la objetividad sin paréntesis uno tiene la razón y los demás están equivocados.
Cuando tratamos problemáticas sociales: Michel Foucault, de acuerdo a lo descrito por Fernando Savater en su libro La aventura del pensar, hablaba que la civilización occidental empezó, a partir de cierto momento, a desplegar políticas de exclusión —la exclusión del loco, la del delincuente, la del enfermo— y a desarrollar instituciones para efectivizar esas políticas —el manicomio, el hospital, la cárcel—. Foucault teoriza que en estas instituciones se justifica la exclusión bajo la premisa que algunos (los que no están encerrados en esas instituciones) son los cuerdos, los honestos, los sanos; es decir, los normales. Según Foucault, se constituye así, perversamente, una identidad social basada en la exclusión. Lógicamente, dicha exclusión nace de la convicción de que los "normales" tienen acceso a una realidad objetiva que les permite excluir al otro.
Como espero haber transmitido a lo largo de este artículo, y tal como el mismo Maturana escribe en Desde la biología a la psicología, "con la objetividad entre paréntesis la necesidad de imponer el punto de vista personal sobre el del otro destruyéndolo en ese dominio, desaparece, y cada uno de nosotros se vuelve responsable de sus preferencias y deseos porque ellos constituyen el fundamento de todos sus constructos racionales."
Esto ya lo tenía claro el emperador romano Marco Aurelio hace más de 1.800 años:
Quedémonos con lo siguiente, escrito de la manera más maturanesca posible:
Con la objetividad entre paréntesis, el punto en cuestión ya no es más quién tiene la razón o quién se equivoca, sino si queremos o no convivir. Si queremos convivir, entonces llegamos a acuerdos y no imponemos nuestro parecer basado en un (inexistente) acceso a una realidad objetiva.