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Desde principios de julio estamos viendo cómo los canales de televisión entregan, cada vez más, una mejor mayor cobertura al Plebiscito que se viene en septiembre. Hay notas y paneles de discusión en matinales y programas nocturnos, todos los cuales comparten, aparentemente, el objetivo de ofrecer un espacio para que ambas partes proporcionen sus razones para apoyar su respectiva posición. Todos tienen así la posibilidad, supuestamente, de argumentar, que es el corazón de todo debate.
Sin embargo, a veces se hace muy evidente —como en todo debate político, en realidad, sea la elección que sea— cómo ciertos espectros políticos esgrimen argumentos que parecen válidos pero realmente no lo son.
Atendiendo la pregunta por la objetividad, podríamos aducir que estos malos argumentos son dichos por: (i) quienes engañan intencionadamente para persuadir o manipular a los demás (o sea, mienten); o bien por (ii) quienes, sin intención, argumentan erróneamente debido a descuidos o ignorancia (o sea, se equivocan).
Y no me refiero al contenido del argumento mismo, sino a la estructura y coherencia del razonamiento.
Por eso creo que lo que quizás no ponderamos en el análisis es que existe literalmente una disciplina filosófica que estudia la estructura de la argumentación, que es la lógica, y que lleva dando vueltas desde Aristóteles, hace más de 2.300 años.
La lógica debiera ser nuestra guía para esgrimir argumentos propios y juzgar los ajenos, pero pareciera que nadie (o muy pocos) la invoca para sustentar sus razonamientos. Esto genera que en muchas discusiones se caiga en falacias lógicas, es decir, en errores en el razonamiento, como un paso previo siquiera al estudio del contenido del argumento.
La reflexión de hoy es una invitación a repensar cómo debatimos y cómo consumimos la información de medios tradicionales y digitales que durante estos meses nos bombardea.
Breve historia de la lógica
Aristóteles —que junto a Platón son los padres de la filosofía occidental— inventó una forma simple de argumento llamado silogismo, que constituye la figura y procedimiento fundamental de lo que llamamos lógica tradicional.
Un silogismo se compone de tres proposiciones u oraciones con valor de verdad (o sea, que puede ser verdadero o falso): las dos primeras denominadas premisas, y la última, conclusión.
Todos los planetas giran alrededor del Sol (premisa 1).
Marte es un planeta (premisa 2).
Marte gira alrededor del Sol (conclusión).
Para que un argumento sea válido en lógica no es necesario que las premisas o la conclusión sean verdaderas. Un silogismo sólo requiere que la conclusión sea una consecuencia de las premisas.
En otras palabras, como explica Rafael Echeverría en El Búho de Minerva, la lógica exige únicamente una relación condicional (o inferencia) entre las premisas y la conclusión.
Nada más.
En el ejemplo anterior yo no podría concluir "Marte tuvo agua en el pasado", aunque todo sea verdadero (tanto premisas y conclusión por separado).
De esta forma, que un argumento sea falaz (fallacia en latín es 'engaño') no implica que sus premisas o su conclusión sean falsas o verdaderas. No tiene que ver con eso. Un silogismo puede tener tanto premisas y conclusión verdaderas y aún así ser falaz.
Simplemente lo que hace falaz a un argumento es la invalidez o inexistencia de la relación condicional entre las premisas y la conclusión.
Para Aristóteles y todos los filósofos que le siguieron hasta la Edad Moderna, la lógica tradicional suponía la forma del pensar correcto, independientemente de lo pensado. Era la forma adecuada de aterrizar, exponer y probar las leyes formales del pensamiento.
En su Crítica de la Razón Pura de 1781, Immanuel Kant escribió:
"Que desde los tiempos más tempranos la lógica ha transitado por un camino seguro puede verse a partir del hecho de que desde la época de Aristóteles no ha dado un sólo paso atrás. (...) Lo que es aún más notable acerca de la lógica es que hasta ahora tampoco ha podido dar un sólo paso hacia adelante, y por lo tanto parece a todas luces terminada y completa." (Immanuel Kant)
Pero como toda disciplina, la lógica tradicional también restringía las opciones de cómo pensar, sin que los propios filósofos se dieran cuenta de cómo estaban atrapados en tales restricciones (ignorantes de su ignorancia).
Como explica Echeverría, esta situación tendrá su primera modificación importante con G.W. Hegel, quien desarrollaría su movimiento dialéctico de tesis, antítesis y síntesis, como otra forma de argumentación distinta a la lógica.
Pero el avance más importante en la lógica aristotélica se produjo con la incorporación de las notaciones demostrativas que se utilizaban en matemática (principalmente álgebra, geometría y cálculo), lo que fue iniciado por el alemán Gottlob Frege (1846-1925) a fines del siglo XIX, considerado el padre de la lógica moderna.
(En El Búho de Minerva, Echeverría cuenta que en sus diarios el filósofo Ludwig Wittgenstein acusaba a Frege de que las matemáticas y la lógica eran su único tema de conversación. Si se intentaba hablar de algún otro tema, Frege solía cortar cortésmente la conversación para volver a conversar sobre lógica y matemática.)
Dicho muy en simple, la lógica tradicional aristotélica utilizaba distintas combinaciones de estos cuatro tipos de enunciados para construir sus argumentos (donde S es el sujeto y P el predicado):
La universal afirmativa (“Todo S es P”).
La universal negativa (“Ningún S es P”).
La particular afirmativa (“Algún S es P”).
La particular negativa (“Alguna S no es P").
Con la lógica moderna de Frege se incorporaron otros símbolos provenientes de las matemáticas —como la conjunción "y", la disyunción "o", la condicional "Si... entonces", entre otras—, esto es, la lógica proposicional aplicada a la argumentación filosófica. Por esto el británico Bertrand Russell llegó a decir que "para crear una filosofía sana, es necesario renunciar a la metafísica y transformarse sólo en un buen matemático."
Y es que tanto Frege como Russell (y también Wittgenstein) estaban convencidos de la superioridad de la matemática como forma de conocimiento, por lo que parecía lógico (pun intended) que debía formar parte del desarrollo de la lógica y también del lenguaje.
Esto dio origen a la filosofía analítica que desde principios del siglo XX, y apoyada en los desarrollos de la lógica moderna, estudia cómo los conceptos del lenguaje son, o pueden ser, expresados. Sus exponentes más reconocidos son Russell, Frege y Wittgenstein.
"Todo problema filosófico cuando se le somete al análisis y purificación necesarios, demuestra no ser realmente filosófico y tratarse de un problema lógico." (Bertrand Russell)
Debiéramos entender la lógica como la esencia de la filosofía, dirá Russell en una conferencia de 1914.
Engaños lógicos
Desafortunadamente, a menos que hayamos tomado un curso de filosofía o matemáticas en la universidad, es probable que nunca nos hayamos expuesto a la argumentación filosófica o matemática en un contexto más formal.
Quizás a muchos nos suenan las palabras silogismo o lógica de proposiciones, pero de lógica moderna o filosofía analítica quizás no hayamos escuchado nunca.
Pero las falacias lógicas se llevan estudiando desde los tiempos de Aristóteles. De hecho fue él mismo quien en sus Refutaciones sofísticas identificó y clasificó trece clases de ellas. (Por supuesto que desde entonces se han agregado muchas más.)
Por lo tanto, lo que comparto a continuación es una selección de ocho falacias lógicas para conocer, identificar y evitar, especialmente cuando presenciamos —supuestos— debates políticos en que la principal arma debiera ser la argumentación lógica y coherente, cual Gonzalo Winter o Fernando Atria, y no los simplismos ignorantes de Schalper y Fontaine.
(1) Boric no tiene título universitario.
A mediados del año pasado, desde el inicio de la última campaña presidencial, varios sectores de la derecha comenzaron una campaña de descalificación personal contra Gabriel Boric, basada en el hecho que el entonces candidato no tenía título universitario (no terminó formalmente la carrera de Derecho), o que "nunca le ha trabajado un día a nadie" como lo emplazaría Kast en varias oportunidades.
Y cuando en la Convención Constitucional se decía algo como "queremos avanzar hacia un estado social de derecho y dejar atrás la herencia del estado subsidiario de la dictadura."
¿Qué suele responder la derecha?
¿Cómo le vamos a creer a Boric si ni siquiera tiene título profesional?
¿Cómo vamos a tomar en serio a la Convención si en ella estuvo Rojas Vade?
Esta es una de las falacias lógicas más conocidas, llamada Ad Hominem (latín que significa 'a la persona'), y que ocurre cuando se ataca a la persona en vez del argumento. En vez de debatir sobre el contenido del argumento —su estructura, lógica y fundamentos—, se intenta defender una posición contraria sobre la base de características personales del adversario.
(2) "El Presidente se olvidó que el tema más importante de los chilenos es la seguridad."
En la Cuenta Pública de junio pasado, el Presidente Boric centró su discurso en cinco ejes principales que pretende empujar durante su mandato: derechos sociales, mejor democracia, justicia y seguridad, crecimiento inclusivo y medio ambiente.
¿Reacciones de la derecha?
Javier Macaya (Presidente UDI): "(...) Faltaron acciones concretas en los temas más importantes para los chilenos, que son la agenda de seguridad (...)"
Luz Poblete (Presidenta Evópoli): "(...) Esperamos que se pueda anunciar un camino en que se pueda seguir el proceso constitucional en caso que gane el Rechazo."
Francisco Chahuán (Presidente RN): "El Presidente se olvidó que el tema más importante de los chilenos es la seguridad."
Esta es la falacia del hombre de paja, que ocurre cuando se ignora el argumento expresado y se lo reemplaza por otro. Usualmente se sustituye un argumento fuerte por otro débil, y la contraparte cree que ha "ganado" la discusión, cuando en realidad no ha ocurrido nada.
En el ejemplo de arriba, ninguno de los entrevistados de la derecha se refirió al contenido del discurso sino que desvió la atención a otro tema. Como resultado, el debate se debilita por razones obvias.
(3) Los expertos escépticos de las intenciones del Presidente.
En la misma Cuenta Pública de este año, el Presidente Boric habló de mejorar la productividad, incentivar la inversión privada y la reforma tributaria, entre otros temas económicos.
¿Pero qué opinaron los únicos tres economistas expertos consultados —cómo no— por El Mercurio?
Tomás Izquierdo (Gemines Consultores): "(...) Me cuesta creer que sea factible."
Sergio Lehman (BCI Estudios): "No parece factible."
Felipe Berger (U. del Desarrollo): "No creo que sea una meta posible."
Esta es la falacia de la autoridad, en la cual se expresa una confianza en la perspectiva de un "experto" como fundamento para respaldar la legitimidad de un argumento, pero sin un razonamiento de base.
Por cierto que el apoyo de una figura de autoridad en un campo o disciplina es un criterio importante, pero no debe ser el pilar central de un argumento.
Además, ¿quién decide quién es el experto? Bueno, en este caso... Emol.
(4) Boric y el precio del dólar.
Hablando de "expertos", hace unas semanas el ex-candidato presidencial Franco Parisi responsabilizó a Gabriel Boric por el alza en el precio del dólar:
"Ya no le creen al ministro de Hacienda, ya no le creen al Presidente Boric, tras chambonada tras chambonada, todos se rieron acá, por lo tanto se sabe que el emperador está desnudo."
Esta falacia se llama Post Hoc Ergo Propter Hoc, latín para "después de esto, por lo tanto debido a esto", y es un error de razonamiento muy común.
Su estructura es simple:
El evento B ocurrió después que el evento A.
Por lo tanto, el evento B debió haber sido causado por el evento A.
Seguramente Parisi no tiene idea sobre el problema de la inducción de David Hume, el filósofo escocés del siglo XVIII, pero quizás entenderá que correlación no es lo mismo que causalidad. ¿No que es economista?
No porque B ocurra después de A, B es causado por A.
¡Lógico!
(5) “El 19 de diciembre vamos a elegir entre la libertad y el comunismo.”
Quién no leyó o escuchó esta frase en la última campaña presidencial.
El propio candidato de ultraderecha lo dijo en su discurso cuando pasó a segunda vuelta. También dijo esto otro: "Chile merece paz, orden y progreso", como si su adversario garantizara totalmente lo contrario...
Esta es la falacia del falso dilema, ampliamente explotada por todas las derechas del mundo. Se presentan dos únicas opciones cuando en realidad existen muchas más.
Probablemente esta sea la falacia lógica que más se repite en los debates políticos, y lamentablemente es la más peligrosa pues consigue polarizar a la población.
(6) "Aborto hasta los nueve meses de embarazo."
Quizás este sea el ejemplo más estúpido del listado de falacias.
Se trata de la campaña de Felipe Kast (¿de la nueva derecha liberal, moderna y progresista, no?) explicando lo que, en sus palabras, permitiría la propuesta de nueva Constitución. El senador ha difundido este mensaje en radios locales de la Región de La Araucanía:"Seríamos el único país que promueve y que permite un aborto hasta los nueve meses de embarazo."
Una conversación con Felipe sería:
Felipe: "La nueva constitución permite el aborto hasta los 9 meses."
Gonzalo: "Eso es ridículo. El aborto hasta los 8 ó 9 meses no existe. La misma Organización Mundial de la Salud define al aborto como la interrupción voluntaria del embarazo mientras no existe viabilidad fetal, lo que ocurre entre las 22 y 24 semanas de gestación."
Felipe: "Pero no me has entregado ninguna evidencia de que el borrador de constitución diga eso. Sólo se habla de "interrupción voluntaria del embarazo", lo que deja abierta la puerta para que se pueda abortar en cualquier momento."
De esta falacia ya escribí y se denomina el peso de la evidencia. Ocurre cuando se trata de usar la incapacidad del adversario de proveer evidencia para descartar una premisa falsa como justificación de que la premisa es cierta.
Lo que no sabe Felipe es que la falta de prueba de refutación no puede ser considerada como evidencia.
El peso de la prueba recae en la persona que esgrime el argumento, no en su oponente.
(7) Ustedes tampoco han hecho nada en 30 años.
Ya es común en los debates políticos que se juegue al empate.
Cuando últimamente la derecha habla de su (¡ahora sí!) compromiso con las reformas importantes que demanda la ciudadanía, como las que supuestamente garantizará si gana el Rechazo en septiembre próximo, todos le recuerdan que históricamente se han negado a realizar cambios sustanciales.
Pero cuando son interpelados, la mayoría responde "ustedes también gobernaron durante los últimos 30 años y tampoco hicieron nada."
Esta es la falacia del "tú también" o Tu Quoque en latín: un intento de desacreditar el argumento del oponente al señalar que su comportamiento personal es inconsistente con el argumento.
Al igual que en la falacia Ad Hominem, aquí nadie se hace cargo de rebatir o contra-argumentar, sino simplemente de apuntar la hipocresía o falta de integridad del adversario.
A modo de paréntesis, comentar que el propio Jaime Guzmán se encargó de que cambios constitucionales relevantes nunca sean posibles con la versión actual. No olvidemos esa entrevista de 1979 en que dijo:
[La idea es que] "(...) si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque el margen de alternativa que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario."
(8) Chilezuela.
En este artículo el medio Red Digital hace un excelente repaso sobre las distintas campañas del terror de la derecha chilena a lo largo de su historia.
Por ejemplo, ya en 1938, durante la campaña presidencial en que resultara ganador Pedro Aguirre Cerda, candidato del Frente Popular, se publicaba en un diario de circulación nacional este texto firmado por Ladislao Errázuriz, senador derechista:
"El triunfo del Frente Popular es sinónimo de revolución social inmediata y no puede terminar sino en una sangrienta tiranía. Los partidos burgueses que acompañan a los marxistas, son sólo la primera víctima de su acción parasitaria y corrosiva, la pantalla tras la cual preparan la absorción del poder y la instauración de la dictadura del proletariado (...)"
Para los comicios de 2017, Sebastián Piñera afirmaba:
"Yo veo que el candidato Alejandro Guillier está cada día más violento, más demagogo, más populista, más errático y se parece cada día más a Nicolás Maduro. Yo me pregunto ¿a dónde nos conduce ese camino?"
Y a fines del año pasado, el candidato Kast anunciaba: "No queremos una ruta que nos lleve a Venezuela o a Cuba."
Esta es la falacia de la pendiente resbaladiza o del efecto dominó. Puede comenzar con un punto de partida relativamente benigno (todos queremos lo mejor para Chile), pero luego comienza a concatenar pasos sucesivos, inconexos, hasta llegar a un punto final radical y extremo (¡Chilezuela!).
El argumento puede parecer convincente a primera vista, pero se trata de la vinculación de varios supuestos sobre eventos poco probables o inexistentes. Kast, por ejemplo, habla de "una ruta", ¿cuál ruta?
Esta es la misma falacia en que cae quien afirma que la legalización de la marihuana llevará al consumo de cocaína, aumento de la delincuencia, prostitución infantil, etc... Al final, todo el argumento descansa en una serie de suposiciones que no tienen ningún fundamento lógico ni conexión comprobable.
¿Conclusión?
No existe el lógico perfecto.
No tendremos nunca a un par de matemáticos teóricos en televisión defendiendo los argumentos que esgrimen los políticos.
Pero creo que todos podemos esforzarnos por reflexionar e identificar nuestros puntos ciegos (sesgos cognitivos), las falencias en nuestra argumentación y cómo estamos debatiendo (ya sea como participantes o espectadores).
Como todo "problema", tal como propone Maturana, el primer paso es desarrollar la conciencia de ellos. Identificarlos y aceptarlos. Si pensamos que razonamos extraordinariamente, que lo sabemos todo y que no cometemos errores, nunca seremos conscientes de los sesgos y falacias de los que somos presa.
Y hay muchas más falacias, por cierto. Desde Aristóteles se vienen identificando y clasificando. Yo sólo he compartido las ocho que, en mi opinión, he visto con más frecuencia últimamente en televisión: Ad Hominem, hombre de paja, falacia de la autoridad, Post Hoc Ergo Propter Hoc, el falso dilema, el peso de la evidencia, Tu Quoque y la pendiente resbaladiza.
Evidentemente a los medios tradicionales no les importa que el debate se desarrolle con argumentos bien planteados y coherentes. Después de todo, son sólo programas de televisión, cuya meta es el rating y no la información.
Mi invitación, en cambio, es a que reconozcamos razonamientos engañosos o derechamente inválidos cuando alguien pretende justificar una posición. A veces, más allá del contenido, un argumento se cae por la sola inconsistencia de su estructura.
Y no hay que saber de filosofía analítica o lógica moderna, necesariamente. Basta con saber algo sobre las bases de la lógica tradicional, de silogismos y de las falacias más comunes. Al menos en esa búsqueda estoy yo.
Para terminar, en su libro El arte de tener razón, el filósofo alemán y pesimista Arthur Schopenhauer escribió que:
"Si la naturaleza humana no fuese tan deplorable, en cada debate no deberíamos tener otro objetivo que el de descubrir la verdad.”
O sea, no deberíamos preocuparnos lo más mínimo de si la verdad favorece nuestra posición o la de nuestro adversario.
Lamentablemente no es así, y hay que estar atentos a las trampas.
Porque no olvidemos que las falacias lógicas tratan de justificar ideas que usando la razón son injustificables, y por eso son explotadas a menudo por políticos y medios de comunicación para engañar a la gente.
Especialmente por la derecha.
Bueno, bueno... gracias por el tiempo de escritura.