Con esta columna termino la “trilogía millennial” inspirada en la lectura de Can’t Even, el libro de la periodista y escritora Anne Helen Petersen sobre la vida moderna de mi generación.
Partí con la ansiedad que nos produce la tecnología —especialmente las redes sociales— y continué con el fenómeno moderno y burgués, en palabras de Petersen, que significa la búsqueda del "trabajo de tus sueños", aquel donde (se supone) haces lo que te apasiona pero por el cual estás dispuesto a aceptar malas condiciones laborales.
¡Con razón estamos estresados y ansiosos!
Vivimos tratando de calzar en un estándar autoimpuesto de éxito y satisfacción.
Porque las redes sociales nos recuerdan quienes NO somos, las cosas que NO hacemos y las elecciones que NO tomamos. El trabajo, por su parte, nos recuerda lo que NO estamos logrando (crecimiento, libertad, flexibilidad, etc.) Recordemos: nuestra generación suele exigirle al trabajo lo que no necesariamente puede brindar.
Y dado que estamos permanentemente "al debe", todo momento nos parece un tiempo perdido, desaprovechado, insuficiente, improductivo.
Y esto porque para un millennial la adultez, según Petersen, no es más que el miedo —u orgullo— de completar tareas que asociamos con la generación de nuestros padres. Como describen en este artículo, el millennial moderno ve la adultez como una serie de acciones y no como un estado o condición.
La adultez se convierte en verbo. Eres adulto en tanto hagas las cosas que los adultos hacen.
O dicho más simple, para el millennial la adultez se trata de hacer, no de ser.
Y sobre las tareas que debemos hacer, Petersen distingue tres tipos: 1) las que nos molestan porque nunca las habíamos hecho (pagar impuestos, trámites bancarios, etc.); 2) aquellas que nos molestan porque significa que los adultos gastan dinero en cosas que no necesariamente quieren (electrodomésticos, muebles, reparaciones, etc.); y 3) aquellas que, más que molestarnos, nos quitan tiempo y nos dan flojera, como pedir hora al doctor, cancelar una suscripción, o limpiar las ventanas.
Luego, como la adultez para el millennial se trata de hacer cosas, vivimos con la constante sensación de que las tareas nunca se acaban.
Y la lista de tareas, siempre en aumento, nace de la exigencia autoimpuesta por querer demostrar —a nosotros y al resto— nuestro valor.
La mente del millennial parece ser la materialización del superyó que Slavoj Zizek describe en Chocolate sin grasa:
"Un agente sádico que bombardea al sujeto con exigencias imposibles y disfruta de manera obscena cuando el sujeto es incapaz de cumplirlas. Sin embargo, la paradoja del superyó es que, como Freud vio claramente, cuanto más obedecemos sus exigencias, más culpa sentimos." (Slavoj Zizek)
Muy pesimista, ¿cierto?
Definiendo el malestar
Todos tenemos cosas que hacer.
Todos nos preocupamos y estresamos de vez en cuando. Es normal.
Preocupación. Estrés. Ansiedad. Son parte de la vida.
¿Pero conocemos su diferencia y efecto?
En simple, preocuparse es cuando la mente divaga hacia pensamientos negativos, resultados inciertos y/o cosas que podrían salir mal. Como nos cuentan en este artículo, la preocupación ocurre sólo en tu mente, no en tu cuerpo.
Y está bien preocuparse de vez en cuando, porque así es como pensamos en soluciones y más tareas acciones.
En cambio, el estrés es la respuesta fisiológica del cuerpo a un agente externo. Para que exista estrés debe haber estresor. Este puede ser una entrega en el trabajo o una consulta médica importante. Y la respuesta fisiológica puede ser un aumento del ritmo cardíaco, manos sudorosas y/o falta de aliento, entre otras.
Como es sabido, el estrés también puede ser crónico, en cuyo caso puede producir problemas digestivos y/o aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas.
La ansiedad, por su parte, es ambas cosas.
Tiene un componente cognitivo (preocupación) y uno fisiológico (estrés), lo que quiere decir que cuando estamos ansiosos nos pasan cosas tanto en nuestra cabeza y el cuerpo. “La ansiedad ocurre cuando lidiamos con muchas preocupaciones y mucho estrés”, según esta nota.
O sea, Ansiedad = Preocupación + Estrés.
Cuando la causa de la ansiedad es el trabajo, los gringos le tienen un nombre especial: burnout. En español se conoce como síndrome de desgaste profesional (pero que por fome no lo usaré).
Como indica Petersen en Can't Even, el burnout fue diagnosticado en 1974, a partir de los estudios del psicólogo Herbert J. Freudenberger sobre el agotamiento físico o mental resultante del exceso de trabajo.
Hoy por hoy se ha convertido en una patología tan extendida, que en mayo de 2019 la Organización Mundial de la Salud la reconoció como un "fenómeno ocupacional", consecuencia de un "estrés laboral crónico que no ha sido satisfactoriamente manejado."
Y hay casos graves de burnout.
Los japoneses, por ejemplo, tienen una palabra para la muerte por exceso de trabajo: karoshi.
Burnout laboral y personal
Petersen sostiene que el burnout ocurre toda vez que la distancia entre nuestra vida ideal y la vida posible se vuelve inmanejable. Cuando las exigencias de la vida diaria simplemente nos superan.
En el caso de los trabajos remunerados, sucede cuando queremos rendir más de lo que somos capaces, física y mentalmente. Cuando estamos agotados, pero seguimos.
Si le damos una vuelta, esto también puede ocurrir en la vida personal, especialmente hoy con la vida hiperconectada que llevamos.
Por eso Petersen piensa que el burnout no debe ser entendido como un fenómeno sólo laboral, sino como algo propio de la vida moderna del millennial digital.
¿La razón? Vivimos sopesando expectativas contradictorias.
Petersen ejemplifica esta permanente contradicción:
"Debemos trabajar duro pero mantener un "equilibrio trabajo/vida". Debemos ser madres increíblemente atentas, pero no sobreprotectoras. Debemos tener repartos igualitarios de tareas con nuestras esposas, pero mantener nuestra masculinidad. Debemos construir nuestras marca en las redes sociales, pero vivir la vida de manera auténtica. Debemos estar al día, informados y opinar sobre el vertiginoso ciclo de noticias, pero de alguna manera no dejar que la realidad afecte nuestra capacidad para realizar cualquiera de las tareas anteriores."
Para los padres la contradicción se traduce en la duda por su aptitud, porque con tus hijos:
"Debes involucrarte, pero no demasiado; debes cultivar la independencia de tu hijo pero nunca dejarlo sin supervisión; debes pregonar los beneficios de la diversidad pero igualmente preocuparte si tu hijo está en la escuela "correcta"; debes enseñarle relaciones sanas con la tecnología mientras tú mantienes una relación enfermiza con la tuya."
Y te das cuenta de esto sólo si tienes tiempo para pensar, lo que ya es un privilegio. Pues como le señala la académica Elizabeth Currid-Halkett a Petersen en Can't Even: "Hablar sobre los matices y las opciones de la maternidad (en lugar de simplemente ser madre y cuidar de los hijos) implica el lujo de hacerlo."
Es como cuando escribí sobre nuestra vida de ciudadano-consumidor: ¡no hay forma de actuar correctamente!
Vivimos en permanente necesidad de satisfacer expectativas contradictorias.
Siempre decepcionaremos a alguien.
Y cuando le sumamos internet, todo empeora. Petersen comparte su dilema:
"Necesito ser una escritora increíblemente productiva y divertida en Slack y publicar buenos enlaces en Twitter y mantener la casa limpia y cocinar una nueva receta divertida de Pinterest y hacer un seguimiento de mi ejercicio en MapMyRun y enviar mensajes de texto a mis amigos para hacer preguntas sobre sus hijos y consultar con mi madre y cultivar tomates en el patio trasero y disfrutar de Montana y publicar en Instagram que disfruto de Montana y ducharse y ponerse ropa linda para esa videollamada de treinta minutos con mis compañeros de trabajo y, y, y, y..."
O sea, el adulto millennial ha "resuelto" la contradicción no eligiendo, sino tratando de satisfacer todas las expectativas posibles, cumpliendo todos los roles. Haciéndolas todas. (Después de todo, es lo que vemos en redes sociales, ¿no?)
"¿Cómo estás?" "Ocupado"
Para distraernos del permanente trabajo de ser (hacer) adulto millennial, el consejo común es cultivar aficiones o hobbies. Yo mismo he escrito sobre ello.
Un hobby es una actividad que desarrollamos en nuestro tiempo de ocio por el simple placer de hacerlo. Sin ambiciones. Sin objetivo o meta. (En mi caso, por ejemplo, tocar batería, o escribir este boletín.)
Pero desde niños nos dicen que "no debemos perder el tiempo", que toda actividad es un medio para un fin. (De eso se trata el colegio, ¿no?)
En el caso de los freelancers, viven en la ansiedad de que todo momento sin trabajar —o sea, su tiempo de ocio— es en realidad dinero perdido. Así las cosas, díficilmente pueden ver un hobby como algo valioso en sí mismo.
Así que, en vez de cultivar aficiones, lo que hacemos es encajar el mayor número de actividades —y mucho consumo (de información y de cosas)— en el tiempo de ocio, para convencernos que el tiempo sí es valioso. Vivimos, así, en modo productivo.
Como dice Amardeep Parmar en su boletín, caemos en la trampa de creer que "estar ocupado" (busyness) es una emoción. A muchos nos pasa: nos preguntan cómo estamos y respondemos: ocupados. Pero "estar ocupado" no es una emoción. Es una descripción del ritmo de vida, no de cómo te sientes.
Pero el adulto millennial, que basa su valor en el número de cosas que hace, ve en el "estar ocupado" una virtud. Algo de lo cual estar orgulloso.
"Si estás ocupado, eres importante. Estás llevando una vida plena y que vale la pena", comenta la académica Ann Burnett en el libro Overwhelmed de Brigid Schulte.
"Estar ocupado", en otras palabras, se ha convertido en símbolo de estátus.
Así las cosas, tiene sentido que estemos muy agotados como para descansar realmente.
Como no hay tiempo que perder, lo que hacemos, en cambio, es obligar al cuerpo a descansar.
Según Petersen, los millennials vemos televisión, fumamos marihuana y nos alcoholizamos para forzarnos a relajarnos. ("¡Pero yo no veo tele!", me dirás. Internet es la nueva tele.)
La culpa no es tuya ni de internet
En el libro Essentialism, Greg McKeown nos ofrece soluciones prácticas al burnout, como "desconectarse del trabajo", meditar, aprender a decir que no, apagar el teléfono, etc.
Anne-Laure Le Cunff de Ness Labs nos propone otras "técnicas": buscar apoyo social, tomar la situación con humor, planificar mejor nuestra carga de trabajo, aceptar nuestra lucha emocional y psicológica, enfocarnos en resolver el problema y reinterpretar positivamente nuestros desafíos, etc.
No son malas ideas, pero ninguna de ellas soluciona el burnout, por la sencilla razón que son soluciones individuales para un problema que se encuentra en la sociedad.
Porque:
El origen del agotamiento millennial no son tus malos hábitos. Es la creencia cultural —amplificada por la tecnología— de que debemos hacerlo todo. De que la vida en modo productivo es la única forma. De que siempre debemos vivir y trabajar al 110%.
El internet, por otro lado, tampoco es el origen del burnout millennial. Es cierto que la promesa de que la tecnología nos haría "la vida más fácil" no resultó tan cierta, y que las redes sociales crearon el mito de que "hacerlas todas" no solo es posible, sino obligatorio. Pero no es el origen.
En cambio, toda vez que fallamos en "hacerlas todas", cuando nos estresamos y nos ponemos ansiosos porque no somos capaces de rendir en todo, no culpamos a la sociedad ni a la tecnología. Nos culpamos a nosotros mismos.
Y esto porque la vida del millennial transcurre en la sensación de permanente miedo al fracaso por no satisfacer expectativas (imposibles) que nos fijamos nosotros mismos.
Por eso Petersen llega a decir que la vida del millennial es estar permanentemente evitando el fracaso.
Porque como ocurre con el mito confuciano del "trabajo de tus sueños", si no encuentras un buen empleo o si no ahorras lo suficiente para comprarte una casa, es porque no te has esforzado lo suficiente. No es el sistema. No es la sociedad. Eres tú.
¡Ahí está el problema!
Vemos un problema societal como uno personal.
A repensar el modo productivo
La solución parece simple: no tenemos que valorarnos a nosotros mismos y a los demás por la cantidad de cosas que hacemos. Consejo monástico y zen.
También podemos modular nuestro quehacer sin caer en la trampa del "estar ocupado" como virtud. A Scott H. Young, por ejemplo, le gusta estar "no tan ocupado como para sentirse abrumado, pero lo suficiente como para sentir que sí hay suficiente tiempo para hacer todo lo que puedo."
En una figura:
Otra alternativa es reflexionar sobre la propia definición del burnout.
Porque como he compartido en esta columna, el burnout se trata del agotamiento por satisfacer expectativas contradictorias. De resolver el dilema expectativa vs realidad.
Visto así, la solución pareciera más simple aún: modular las expectativas.
En vez de tratar de "hacerlas todas", ser consciente que toda decisión involucra dejar opciones de lado.
Que en vez de hacer esto Y esto Y lo otro, hagamos esto. O esto. O lo otro.
Como ya escribí, transitar de la vida en modo productivo al modo eudaimónico.
Para terminar, mi invitación es a reflexionar sobre el origen de muchas de nuestras preocupaciones.
Quizás el antídoto para la ansiedad sea ser conscientes que:
"Sufrimos más a menudo en la imaginación que en la realidad." (Séneca)
Explica Séneca en Letters from a Stoic:
"Lo que te aconsejo que hagas es que no seas infeliz antes de que llegue el problema; ya que puede ser que los peligros ante los cuales palidecíais como si os estuviesen amenazando, no os lleguen nunca; ciertamente aún no han venido.
En consecuencia, algunas cosas nos atormentan más de lo que deberían; algunas nos atormentan antes de lo debido; y algunas nos atormentan cuando no deberían atormentarnos en absoluto."
Si no te interesa el Estoicismo, Mark Twain lo resume mejor:
"He tenido muchas preocupaciones en mi vida, la mayoría de las cuales nunca sucedieron." (Mark Twain)
Quizás los millennials debamos bajarnos de la nube un rato.
Me gusta tu manera de explicar las cosas. Gracias por este artículo, porque sacas a la palestra eso que tanto me (pre)ocupa a mí también como millenial que soy. Tengo por ahí un borrador que, cuando esté listo para publicar, te lo compartiré porque se complementa con esto que cuentas aquí.
Spoiler: ser - hacer - parecer