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El miércoles 26 de abril, recién la semana pasada, se publicó en el Diario Oficial la Ley Nº 21.561 que modifica el Código del Trabajo. Dicha normativa viene a establecer un sueño anhelado por muchos: la reducción de la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales. Su implementación contempla, no obstante, una gradualidad de cinco años. ("Para no ahuyentar a los inversionistas", declaró Felipe Kast.)
Y si bien nadie necesita que le digan que más tiempo libre era necesario y muy importante, ¿sabemos en realidad sacar provecho del tiempo de ocio?
Planteado de otro modo, ¿sabemos desconectarnos y descansar?
Pues pareciera que algunos se quedan celebrando la victoria pero olvidan lo que viene después.
Algo así como la anécdota que relata Slavoj Zizek en Chocolate sin grasa, donde cuenta que cuando el escritor rumano de izquierda Panait Istrati visitó la Unión Soviética en la década de los '30 (la época de las purgas y los juicios políticos), un defensor del régimen, que trataba de convencerlo de la necesidad de la violencia contra los enemigos del Estado, le espetó que no se podía hacer un omelet sin romper algunos huevos. Istrati le respondió: "Bien. Veo los huevos rotos. ¿Pero dónde está el omelet?"
Una pregunta similar me hago yo con esta reducción de la jornada laboral que se nos viene: ¿cuál es el omelet que prepararemos con más tiempo libre?
Pues dado que celebro, y mucho, esta reciente legislación, no quiero darle en el gusto a Bertrand Russell, aquel pensador inglés que en 1932 ya vaticinaba este "escándalo" que supone para los ricos el hecho que el pobre disponga de más tiempo libre. Y esto porque, en palabras del británico, "los ricos están convencidos de que el pobre no sabe cómo emplear su tiempo libre."
¿Daremos la razón a los ricachones?
Y es que creo que, por desgracia, muchos no sabemos cómo descansar.
Por ejemplo, hay quienes les parece que revisar redes sociales por un par de horas vale como descanso. Basta mirar tu entorno. Pero a mi, por ejemplo, Twitter me despierta más odiosidad que otra cosa (razón por la cual dejé de usarlo).
Hay otros, en cambio, que creen que porque hacen actividades que "se supone" son relajantes, o que al menos así se publicitan, ya están usando "bien" su tiempo libre: meditan, tejen, hacen yoga, jardinean, etc. Ojo que hay muchos para quienes este tipo de cosas les sirve para desconectarse y reponer energías. No lo dudo ni tampoco pretendo, pero también habemos otros a quienes legítimamente nos pueden parecer actividades aburridas o insípidas.
O sea, ¿lo relajante son las actividades o lo que nosotros obtenemos de ellas?
Después de todo, hay mucha gente que "se relaja" tejiendo o viendo películas, pero se distraen fácilmente (¡mientras están en eso!) revisando el correo o redes sociales, o pensando lo que deben hacer después o mañana. ¿De verdad se están desconectando?
Por eso, lo que quiero decir es que el ocio, el descanso, no es una actividad, sino el resultado de una actividad.
La tarea está, pues, en "descubrir" aquellas cosas que nos resultan gratificantes y nos ayudan a descansar.
¿Pero cómo sabemos lo que realmente nos relaja?
Una definición de descanso
Para Lawrence Yeo, descansar es cuando no estás asociando tu autoestima con lo que tienes que hacer más adelante. Cuando tu valor en la sociedad no se ve comprometido.
Porque cada vez que piensas en algo que tienes que hacer después, no estás descansando.
Cuando todo gira entorno a cómo mejorar lo que representas para el resto, no estás descansando.
El tiempo de ocio debiera, pues, utilizarse en actividades que promuevan la idea de que no te define lo que produces, de que estás bien así como eres.
Si vas al gimnasio porque quieres impresionar a alguien, no estás descansando.
Si haces yoga porque te parece cool y quieres proyectar una imagen "espiritual", no estás descansando.
En mi caso, un descanso del tipo que describe Lawrence puede ser leer un libro, pero sólo si ese libro no sirve ningún propósito personal o laboral. Eso me ocurre con los títulos de ficción, por ejemplo, donde no tengo deseos de conectar lo que leo con alguna columna para Pequén o pensar una idea para mi trabajo o memorizar el dato rosa para una conversación.
Descansar para mi también es tocar batería, que hoy por hoy no persigue ningún objetivo, algo que no ocurría cuando participaba en bandas. No es una práctica, es un relajo.
Para otros esto puede lograrse con una tarde de Netflix, haciendo acroyoga, jugando FIFA o tejiendo.
Pero siempre y cuando tu autoestima no esté en juego.
Queda de manifiesto, por lo demás, que para estas actividades de ocio se requiere un cierto nivel de energía. No es lo mismo leer un libro que nadar, o pintar que bailar.
Por eso creo que una de las ganancias principales de la reducción de la jornada laboral no es el tiempo libre extra per se, sino el potencial de tener energía para otras cosas, porque:
"Los placeres de las poblaciones urbanas han llevado a la mayoría a ser pasivos: ver películas, observar partidos de fútbol, escuchar la radio, y así sucesivamente. Esto resulta del hecho de que sus energías activas se consumen solamente en el trabajo." (Bertrand Russell)
Y junto con la energía también están las emociones.
Porque muchas emociones intensas pueden interferir con el descanso. ¿Necesitas una distracción porque tienes un problema en el trabajo? ¿Necesitas sentirte aliviado y descansado para regresar a un trabajo extenuante? ¿Necesitas calmar la ansiedad? Cada una de estas preguntas conlleva un estado emocional distinto que ha de servir de base para lo que hagas con tu tiempo de ocio.
A veces no queremos descansar sino escapar de algo. ¿Será bueno, en el segundo caso, valerse de aquellas actividades que usualmente nos resultan placenteras?
No me parece buena idea.
El descanso no necesita justificación
A menudo nos encontramos en días difíciles, con trabajo inconcluso, tareas sin hacer, obligaciones desatendidas, y solemos prometernos un merecido descanso si terminamos lo pendiente.
"Sólo termina lo que tienes que hacer y luego podrás descansar", nos repetimos mentalmente.
Sin embargo, si bien esto suena bonito, no es buen consejo por la sencilla razón de que las listas de tareas nunca se terminan. Imponerse la regla de que hay que "merecerse" el descanso es simplemente una trampa para trabajar y exigirnos más.
En otras palabras, cuando decidimos que el descanso es algo que se debe "ganar" es muy difícil sentirse verdaderamente digno del "premio". Por eso a veces te encuentras viendo una película o haciendo deporte, pero con la sensación de que deberías estar haciendo otra cosa más importante.
Evidentemente esto tiene que ver con el modelo de sociedad que habitamos.
En un sistema donde se idolatra el trabajo difícilmente habrá espacio para un verdadero descanso. Porque aun cuando se promueva el ocio —y se legisle al respecto como ocurrió recientemente en Chile—, la sociedad igualmente piensa el descanso como sólo dos posibilidades: el de un premio al trabajo duro, o el de un medio para seguir trabajando.
Falta la tercera opción: el descanso como algo necesario sin explicaciones.
Por eso hay que repensar la importancia del ocio y reflexionar sobre cómo hacemos uso de este tiempo.
Nos hemos pasado mucho tiempo preocupados de que nuestra exigencia de más descanso sea distorsionada como flojera, procrastinación o una "excusa" para no querer trabajar.
Porque, ¿es cierto que descansar de verdad nos ayuda a ser más productivos? Absolutamente.
¿Pero debe ser esa una razón para querer descansar?
NO.
Por eso, dejar de lado la necesidad de tener que justificar el descanso quizás sea el primer paso hacia un ocio gratificante (y para no sentirnos incómodos en nuestros días libres).
El descanso no se justifica.
Existe y se practica porque es necesario.
Para terminar, en su ensayo "Elogio de la ociosidad" de 1932, el británico Bertrand Russell auguraba un futuro promisorio para cuando las personas tuvieran más tiempo libre:
"Habrá felicidad y alegría de vivir, en lugar de nervios de punta, cansancio y dispepsia. El trabajo exigido bastará para hacer del ocio algo delicioso, pero no para producir agotamiento. Puesto que los hombres no estarán cansados en su tiempo libre, no querrán solamente distracciones pasivas e insípidas."
La Ley de las 40 horas es sin duda un gran paso en la dirección correcta.
Somos pocos los afortunados que podemos trabajar en algo que nos gusta y reconforta intelectualmente. Para los demás, mi consejo es el mismo que Russell escribió 90 años atrás:
"Consideren el trabajo como debe ser considerado, como un medio necesario para ganarse el sustento, y, sea cual fuere la felicidad que puedan disfrutar, obténganla en sus horas de ocio."
Me encantó leer esto. Justo estoy pasando por una licencia por estres y que bueno poder cuestionarse todo esto. Sin duda me resuena mucho comenzar a practicar el ocio en toda su hermosa expresion. Gracias