La historia del pensamiento básicamente ha consistido en resolver —o tratar de superar— dualismos.
Todo se trata de contraponer un paradigma sobre otro.
Partimos con la filosofía griega y su disputa del mundo de las ideas de Platón versus el mundo material de Aristóteles. Seguimos con el dualismo cuerpo y alma (y cuerpo y mente) de la Edad Media. Luego la Modernidad nos trajo la disputa entre Racionalismo y Empirismo, que Kant quiso combinar.
Pero la filosofía, la política y la ciencia han engendrado muchos más dualismos: materia vs energía, finito vs infinito, particular vs universal, ciencia vs religión, dialéctica vs hermenéutica, cognitivismo vs conexionismo, Oriente vs Occidente, individuo vs sociedad, y un largo etcétera.
En biología hay otros: herencia y medio ambiente, competencia y cooperación, por nombrar algunos.
Yo también he escrito sobre dualismos: hace unas semanas reflexioné sobre el concepto de objetividad entre y sin paréntesis y sobre estar y sentirse solo.
Y también hoy —me refiero específicamente al día de publicación de esta entrada— nos enfrentamos en Chile a la resolución de otro dilema social: "libertad vs comunismo", como se refieren ellos; democracia vs fascismo, como preferimos nosotros. Us & Them.
Y es que la elección presidencial de hoy me hizo reflexionar toda la semana sobre el enfrentamiento permanente de posiciones contrarias al cual nos vemos sometidos todos los días.
Algunos dualismos son fáciles de resolver (Beatles vs Rolling Stones, por ejemplo...)
Pero otros son más complejos.
Por ejemplo, cuando contraponemos emoción y razón como lo distintivo del ser humano.
¿Tiene justificación este dualismo?
Existir desde lo emocional
En el artículo "Ontología del conversar" de 1988 (incluido en el libro Desde la biología a la psicología), el biólogo chileno Humberto Maturana nos señala que vivimos en una cultura que contrapone emoción y razón. "Hablamos como si lo emocional negase lo racional y decimos que lo racional define lo humano", escribe.
"En la fantasía de la cultura patriarcal a que pertenecemos en Occidente (...) las emociones han sido desvalorizadas en favor de la razón como si ésta pudiese existir con independencia o en contraposición a ellas", continúa.
Para ser justos, esta afirmación se arrastra desde Aristóteles, quien nos instaba a vivir desde la razón:
"El vivir de acuerdo con la razón difiere del vivir de acuerdo con las pasiones, y el desear lo que es noble difiere del deseo de lo que parece útil." (Aristóteles)
¿Pero qué es una emoción?
Para Maturana, una emoción es una disposición corporal que especifica dominios de acción.
Así, en la vida cotidiana, podemos distinguir distintas emociones mirando las acciones y la postura (o actitud) corporal de otro, que puede ser uno mismo u otra persona (o un animal no-humano).
Pensemos en una cucaracha, nos propone Maturana.
Una cucaracha camina tranquila y pausadamente en una habitación oscura. Explora. Si encuentra comida, comerá. Pero si llegamos y encendemos la luz de improviso, seguramente la cucaracha comenzará a correr de un lado para otro. Alguien podría decir que la cucaracha ha pasado de la tranquilidad al miedo, sólo a partir de lo que observa en su postura corporal y su actuar. Cuando encendemos la luz y la sorprendemos, a la cucaracha le será imposible volver a caminar tranquilamente. O sea, su postura corporal determinó el dominio (o rango) de su actuar (explorar y buscar comida versus huir, en el ejemplo).
De esta forma, pues, las emociones (o disposiciones corporales) "especifican en cada instante el dominio de acciones en que se encuentra un animal."
Maturana cree que esto mismo ocurre en nosotros, los seres humanos.
Además, sostiene que vivimos en un emocionar constante, un flujo permanente de una emoción a otra. Fluimos de un dominio de acciones a otro.
Si aceptamos esta idea, entonces reconoceremos que, si las emociones son disposiciones corporales que especifican dominios de acción, TODAS las acciones humanas se fundan en lo emocional, porque ocurren en un dominio de acciones especificado desde una emoción.
Para Maturana, pues, razonar es una acción humana que es posible sólo desde la emoción.
¡Resuelto el dilema!
¿Pero qué es razonar? ¿Cómo lo definimos?
La razón es un "operar en discursos, explicaciones o conductas que podemos justificar con discursos, explicaciones, o argumentos que construimos respetando la lógica del razonar." (Para mi, esta definición es más difícil de entender que la de emoción. Además, incorpora el concepto de lenguaje como algo intrínseco del razonar. Tema para otro post.)
Al igual que con la emoción, si aceptamos la definición de razón de Maturana, entonces corresponde la aclaración de que:
"La validez de nuestros argumentos racionales no depende de nuestras emociones, pero el dominio racional en que nos encontramos en cada instante al conversar, sí." (Humberto Maturana)
Dicho de otro modo: si todo sistema racional tiene fundamento emocional, entonces ningún argumento racional puede convencer a nadie que no quiera aceptar las premisas a priori que sustentan el argumento (al no compartir la misma emoción).
O sea, para razonar es necesario partir desde un dominio emocional particular en el cual "queremos lo que aceptamos y aceptamos lo que queremos, sin otro fundamento que nuestro deseo que se constituye y expresa en nuestro aceptar".
Es así, entonces, cómo Maturana explica lo importante que es compartir un dominio emocional para hacer posible un dominio racional.
Y, así también, ¡es cómo se generan varios dualismos!
El dilema ciencia vs religión, por ejemplo, es infructuoso y fútil precisamente porque ambos dominios racionales se fundan en emociones y principios a priori diferentes. Stephen Jay Gould se referirá a este dilema, de hecho, como un falso conflicto.
Y es que es imposible llegar a acuerdos si no partimos del mismo dominio emocional.
Para Maturana, el ser humano conserva un modo particular de vivir en un "entrelazamiento permanente de lo emocional y lo racional, que se expresa en nuestra habilidad de resolver nuestras diferencias conversando."
Así, por ejemplo, Maturana sostiene que una adecuada terapia psicológica será aquella en la cual el especialista es capaz de llevar al paciente a un dominio emocional diferente, donde el problema por el cual consulta ya no es posible. Es decir, facilita el fluir de un dominio emocional a otro donde el razonar de un problema encuentra solución.
¿Y cómo aprendemos las emociones que conocemos y sentimos?
Maturana dirá: "El ser humano adquiere su emocionar en su vivir congruente con el emocionar de los otros seres, humanos o no, con quienes convive."
Así, un niño o niña se alegrará, enternecerá, avergonzará, enojará..., siguiendo las contingencias de las circunstancias en que su entorno social se alegra, enternece, avergüenza, enoja..., etc.
Por esta razón, en su último libro, La Revolución Reflexiva, escrito junto a Ximena Dávila, aparece el famoso aforismo: "Todo dolor es siempre de origen cultural." O sea, todo dolor es aprendido en la convivencia.
Un Estoico apasionado
En la filosofía estoica, que llevo predicando hace unas semanas, las emociones son una parte inevitable de la vida. Sentimos diferentes emociones en distintas circunstancias.
El Estoicismo nos invita a aceptar todas las emociones (nunca suprimirlas), por lo que no debemos caer en la caricatura de la persona estoica como alguien siempre apático y flemático. No hay que confundir al Estoico con el estoico.
Lo que nos propone esta filosofía práctica, por el contrario, es que aun cuando debemos aceptar todas las emociones, también debemos aprender a no sobre-reaccionar. Como diría Maturana, aprender a restringir el dominio posible de acciones.
Para el Estoicismo, pues, el problema no está en las emociones. Está en la pasión, que ellos definen como la "emoción llevada al extremo." Cuando la emoción nubla el pensamiento.
Así por ejemplo, sentir enojo o ira es algo totalmente normal. Pero si por estar enojados herimos a otras personas, nos dejamos llevar, caemos en la agresividad, eso ya es pasión, y debemos evitarla.
Por eso los Estoicos ponen énfasis en el aspecto voluntario de la experiencia emotiva, es decir, en el control de la respuesta.
Y es que, así como Maturana habla del razonar y la aceptación de premisas a priori, los Estoicos sostienen que las emociones no son sólo disposiciones corporales, sino también creencias y prejuicios.
Así como aprendemos y adquirimos nuestro emocionar en el convivir con otros, también aprendemos a responder frente a las emociones y pasiones.
Para los Estoicos, pues, hay un aspecto cognitivo en cómo experimentamos las emociones.
"No dejes que la fuerza de una impresión cuando te golpee por primera vez te derribe; simplemente díle: espera un momento; déjame ver quién eres y qué representas. Déjame ponerte a prueba." (Epicteto)
Tal como escribe Ryan Holiday en The Obstacle is the Way, la habilidad que debe cultivarse es estar libre del aspecto "pasional" de las emociones, para que podamos concentrar nuestra energía en resolver problemas en lugar de reaccionar ante ellos.
Porque, en realidad, nos emocionamos todo el tiempo.
La invitación de Maturana sobre el falso conflicto entre emocionar y razonar es clara:
"Recuperar lo emocional como un ámbito fundamental de lo humano." (Humberto Maturana)
Pues no razonamos sin emocionarnos.