Tal como reflexionaba en mi última columna, hay una diferencia entre con-seguir dinero (ganarse la vida) y seguir-con dinero.
Son cosas completamente diferentes.
Las habilidades que usamos para ganar plata y vivir bien son diferentes a las que se requieren para seguir viviendo bien. (Sólo piensa en aquellos millonarios ganadores de concursos de lotería que en un par de años lo pierden todo.)
En este artículo, Morgan Housel —autor de The Psychology of Money— comenta que parte de este dilema se explica por la diferencia entre los dos tipos de riqueza, que en inglés hacen referencia los conceptos rich y wealth, pero que en su traducción al español pierden tal distinción. (De eso también escribí en mi última columna.)
Housel define al rico (de rich) como quien tiene (suficiente) dinero para comprar cosas. El otro rico (de wealth), en cambio, tiene ahorros e inversiones "sin gastar" que le proveen un beneficio mayor e intangible: independencia, autonomía, control de su tiempo —o en otras palabras, la capacidad de hacer lo que quiera, cuando quiera y con quien quiera—.
La verdadera riqueza.
Y Housel no lo duda: como la mayoría, quiere tener dinero (rich) porque le gustan las cosas bonitas y darse ciertos lujos, pero valora mucho más la verdadera riqueza (wealth), porque con ella se consigue independencia, una de las pocas cosas que el dinero ofrece "sin gastarlo", y que contribuye a la felicidad personal a largo plazo (el saber que controlas tu tiempo).
Y para conseguir independencia financiera (además de inteligencia e integridad) se necesita de algo muy importante: capacidad de mantener a raya el apetito por cosas materiales.
Las metas financieras no pueden estar condicionadas a la obtención de bienes materiales. Las expectativas económicas también deben mantenerse a raya.
Suena bonito.
El problema es que las expectativas crecen cada vez que aumentan nuestros ingresos.
O sea, conforme se gana más dinero también se suele gastar más.
Este fenómeno se conoce como "inflación de estilo de vida" (en inglés, lifestyle creep o lifestyle inflation).
Es por eso que Housel, en The Psychology of Money, llega a decir que la habilidad financiera más difícil es precisamente la de mantener las expectativas a raya, o mejor dicho, saber cuando tenemos "suficiente."
Para él, la felicidad no es más que eso, lo que tienes menos lo que esperas (resultados menos expectativas).
El problema está, entonces, en definir lo que es "suficiente", en poner un límite a los deseos, en aterrizar las expectativas, todo para poder decirle a tu yo del futuro: "Oye, no te olvides de dónde vienes" (cuáles eran tus metas cuando comenzaste), como escribe Lawrence Yeo.
"Ganas dinero para resolver problemas materiales. Pienso que la mejor forma de mantenerse lejos del constante amor por el dinero es no incrementar tu estilo de vida conforme ganas más dinero." (Naval Ravikant)
Parece sencillo.
Expectativas e identidades
El problema con esta visión tradicional de entender la "inflación de estilo de vida" —en este caso arrastrada por expectativas financieras mayores— es que, según Lawrence Yeo, erróneamente se asume que ese "yo del futuro" es una proyección o extensión literal de tu "yo del presente."
En otras palabras, al definir lo que es "suficiente" para ti hoy se asume que esa definición será la misma en el futuro.
¿Pero qué tan plausible es que lo que quieres o necesitas hoy sea exactamente lo mismo que querrás o necesitarás mañana?
Creo, al igual que Yeo, que esa visión tradicional de entender "lo suficiente" —como algo inmutable— descansa en un escenario ideal pero no realista.
Si recordamos la filosofía Existencialista, por ejemplo, desde Kierkegaard a Camus, ésta nos dice que el ser humano está inventándose permanentemente, está creándose y determinándose en sus sucesivas elecciones. Es un ser inacabado e irrealizado, contingente y libre, que llega a ser lo que es como resultado de sus decisiones.
(En su proposición de las esferas existenciales, por ejemplo, Kierkegaard dice que el individuo que vive en la esfera ética se crea a sí mismo por su elección, de modo que la autocreación es el objeto de su existencia.)
Visto así, nuestras identidades son dinámicas y flexibles.
Se ven reforzadas (o reemplazadas) conforme tomamos decisiones y nos hacemos responsables de lo que escogemos.
Pareciera lógico pensar, entonces, que lograr un objetivo personal o laboral, o una meta financiera, significa la creación de una nueva identidad, distinta a la del comienzo.
Pensemos en un ejemplo:
Alguien sale del colegio y se pone a trabajar en una automotora. Lo tratan bien y recibe un sueldo adecuado. Le dicen que con el tiempo puede avanzar en la escala jerárquica, por lo que su expectativa laboral consiste en alcanzar el rol de jefe o gerente del local donde comenzó a trabajar, lo que le ofrecerá un buen pasar y seguridad en el rubro. Esa es su meta. Una vez logre eso será suficiente y se dará por satisfecho.
Pero supongamos que esta misma persona se interesa por la informática y aprende programación en su tiempo libre. Su espectro de ocupación laboral desde ahora se ampliará, conjugando habilidad y vocación (y perseguirá el "trabajo de sus sueños").
En este nuevo escenario, el solo hecho de intentar conseguir el cargo de jefe de la automotora ahora le parece no solo incoherente sino inconcebible.
Esto se debe a que creó una nueva identidad.
Dicho de otro modo, su "nueva versión" (el programador informático) ya no se identifica con el aspirante a jefe de una automotora.
Aun cuando logre el puesto de jefatura, esta ocupación ya no le significará lo mismo que antes, precisamente porque en el camino cambió. La meta ya no será suficiente.
Lawrence Yeo llama a esto los "muchos mundos de lo suficiente", entendido como el permanente cambio de identidad que resulta de la vida. Conforme maduramos, crece nuestra confianza y habilidades para aspirar a cosas distintas, mayores y mejores.
Por eso es tan difícil definir lo "suficiente" una vez y no cambiarlo después. Nuestras expectativas siempre cambiarán conforme vivamos, aprendamos y reflexionemos en el camino.
Como sostiene Yeo, pues, el concepto de "suficiente" siempre será difícil de conseguir, porque cuando lo alcanzas ya no eres la misma persona que una vez lo deseó.
Hoy ocupas una nueva identidad la cual ya no es compatible con tu "yo del pasado".
¿Pero qué ocurre con las expectativas económicas, cuando pensamos que necesitamos siempre más dinero para estar mejor?
Ambición y codicia
Lawrence Yeo piensa que, independientemente de la definición de lo que es "suficiente" para nosotros, hay una cosa a la cual siempre tenemos acceso: el autoconocimiento de nuestro tránsito por las distintas expectativas que perseguimos.
O sea, cual Existencialista, siempre estamos al tanto de las decisiones que tomamos, y debemos ser capaces de reflexionar y hacernos responsables sobre las implicancias de nuestras elecciones.
Yeo sostiene que los cambios de identidad asociados a metas—que en nuestro caso aterrizaremos como los distintos "estilos de vida"— son motivados por dos factores: ambición y codicia.
Usualmente pensamos ambas como algo malo per se.
De hecho, la ambición se suele confundir con la codicia, pero Yeo nos explica el error:
La ambición está impulsada en gran medida por el deseo de convertirse en una persona más capaz. Cuando se consigue, es probable que se obtengan buenos resultados. Quizás en el ámbito laboral mejora tu reputación, te ofrecen un puesto de trabajo con mejor sueldo, etc. Pero esas cosas suceden como un subproducto de tu ambición, no porque esos resultados fueran tu motivación principal.
Querías desarrollarte en tu trabajo, querías mejorar tus habilidades, y como resultado obtienes buenos resultados (más dinero, por ejemplo).
La codicia, en cambio, aparece cuando esos resultados se convierten en tu motivación principal.
Cuando el prestigio, los elogios y el poder son las razones por las cuales eres ambicioso, eso no tiene nada que ver con el deseo de mejorar tus capacidades. Ahí no hay ambición sino codicia.
Utilizando la analogía de la dicotomía del control de la filosofía estoica, la ambición se mueve dentro de lo que controlas (tu esfuerzo, tus opiniones, tus respuestas), y la codicia con lo que no controlas, lo externo (aprobación o alabanza de otro, bienes materiales, etc.)
O utilizando los distintos conceptos de riqueza, cuando te mueve la ambición por la autorrealización personal eres wealthy, mientras que si lo haces por los resultados externos, la codicia, "sólo" eres rich.
Así las cosas, lo "suficiente" debiera ser aquello que queda cuando se elimina el deseo de aprobación externa.
La tarea se convierte así en tratar que los subproductos de la ambición (que puede ser un aumento de tus ingresos económicos) no distorsionen tus percepciones de lo que significa tener suficiente.
Lo "suficiente", entonces, será el reflejo de cómo manejas tu responsabilidad en las decisiones que tomas, y si tus cambios de identidad son motivados por ambición o codicia.
La definición de lo "suficiente" —cualquiera sea su ámbito (personal, laboral, financiero)— debe ser algo que aparezca de tu propia reflexión, no algo impuesto por el resto. Si tú no decides, otros lo harán por ti.
En el caso de la inflación de estilo de vida, es una cuestión de identidad y no de dinero. Se trata de sentirte aceptado no por lo demás, sino por ti mismo.
Para terminar, hay una anécdota que comparte Morgan Housel en The Psychology of Money, en que en una fiesta organizada por un multimillonario, el escritor Kurt Vonnegut le contó a su amigo Joseph Heller —otro escritor, autor de la novela Catch-22— que el anfitrión de la fiesta había ganado más dinero en un solo día del que Heller había ganado con su novela en toda la historia.
Heller respondió: "Sí, pero tengo algo que él nunca tendrá... suficiente."
Me sentí muy identificado con la identidad dinámica. He perseguido diferentes objetivos y una vez que los alcanzo siempre me queda la pregunta: ¿Qué sigue?
Así que reformulo y me enfoco en el siguiente objetivo. He estado cambiando de identidades durante mucho tiempo que llegó el tiempo de ya no querer desear nada. Quizá esté cerca del suficiente, pero no sé, mañana tendré un deseo nuevo.