Enfrentando lo absurdo
Cuando nos damos cuenta que somos responsables de nuestras acciones.
Para los filósofos existencialistas, el ser humano está inventándose permanentemente, está creándose y determinándose en sus sucesivas elecciones.
Como nos explica Fernando Savater en La aventura del pensar, la guagua que vemos en la sección de maternidad de un hospital puede ser, con el tiempo, un santo o un asesino, Buda o Hitler. (Usando una referencia más actual: Artés o Kast.)
Y esto porque la guagua no tiene un ser ya dado. Como escribe Jean-Paul Sartre en El ser y la nada, su ser es una nada de determinaciones.
Todos partimos de cero.
Y luego hacemos, de esa nada, un ser determinado a través de las elecciones que vamos haciendo a lo largo de nuestra vida.
Esto resuena con la idea de deriva en nuestra historia de vida, como plantea Humberto Maturana en Desde la biología a la psicología. Los seres vivos estamos en una permanente "danza [de cambio] estructural en el presente que sigue un curso congruente con la danza [de cambio] estructural del medio" (los [ ] son míos). Nos transformamos todo el tiempo. Cuando no lo hacemos, nos desintegramos (morimos).
Así, la existencia de cada uno es simplemente la realización (la deriva) de la libertad de elección en las diversas situaciones que nos toca vivir, y eso determina lo que somos. Ese es el transfondo de la icónica frase de Sartre: "La existencia precede a la esencia".
Pero no nos confundamos: cuando hablo de libertad de elección no me refiero a que tengamos control sobre las opciones que se nos presentan. La mayor parte del tiempo no tenemos control sobre nada. Pero sí —siempre— tenemos control sobre cómo respondemos, cómo actuamos, a cada instante, nosotros. No con lo externo.
Viktor Frankl, sobreviviente al Holocausto judío y autor del (muy recomendado) libro El hombre en busca de sentido, lo expone de forma sucinta:
“El hombre no existe simplemente, sino que siempre decide cuál será su existencia, en qué se convertirá en el próximo momento. Del mismo modo, todo ser humano tiene la libertad de cambiar en cualquier momento.” (Viktor Frankl)
Entonces, debemos aceptar que nuestro ser no está predeterminado por nada ni nadie. Lo que llegamos a ser depende de nuestras elecciones.
En El Existencialismo es un Humanismo, Sartre sostiene que un hombre siempre puede actuar libremente, no importa en qué situación se encuentre. Como comenta Savater en su libro, "el esclavo puede elegir no obedecer, aunque eso signifique ser ejecutado. Si obedece es porque prefiere vivir, aunque sea como esclavo, antes que morir. Y ahí hay una elección."
A esto se refiere Sartre cuando escribe que el hombre está condenado a ser libre. "Condenado, porque no se ha creado a sí mismo y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace", dirá en su célebre ensayo.
¡No se puede dejar de elegir!
No elegir también es una elección.
¿Y cómo se manifiesta esa libertad de elección en la vida en sociedad? En la acción individual.
Tal como lo dice el artista y activista chino Ai Weiwei:
"Un acto pequeño vale más que un millón de pensamientos." (Ai Weiwei)
Porque somos lo que hacemos. No importa lo que pensemos, nuestra identidad se exterioriza a través de nuestros actos.
Así como el cobarde y héroe sartreano:
"El cobarde está definido a partir del acto que realiza. Lo que la gente siente oscuramente y le horroriza es que el cobarde que nosotros presentamos es culpable de ser cobarde. Lo que la gente quiere es que se nazca cobarde o héroe. Lo que dice el existencialista es que el cobarde se hace cobarde, el héroe se hace héroe; para el cobarde hay siempre una posibilidad de no ser más cobarde y para el héroe la de dejar de ser héroe." (Jean-Paul Sartre)
Para los existencialistas, pues, el hombre es absolutamente responsable de su ser.
La angustia y lo absurdo aparecen
Søren Kierkegaard, filósofo danés considerado el precursor del Existencialismo, ya escribía sobre esta libertad (y responsabilidad) de elección de la cual "disfrutamos" los seres humanos, por allá en 1844.
Para él, esta libertad de elección era a la vez atractiva y terrorífica. Atractiva, porque nos damos cuenta que al ser libres entonces tenemos posibilidades infinitas de realización y escogemos conforme nuestros deseos. Pero, por otro lado, terrorífica también, pues si somos libres de elegir lo que queremos, entonces somos responsables de nuestro actuar, sin escapatoria, y no podemos culpar a nadie por lo que hacemos, incluido a Dios (Kierkegaard reflexionaba mucho sobre religión).
De hecho, en la novela Los hermanos Karamazov, su última obra, Dostoyevski escribe:
"¿Qué será del hombre, después, sin Dios y sin vida futura? ¿Así, ahora todo está permitido, es posible hacer lo que uno quiera?" (Fiódor Dostoyevski)
Esto será material de reflexión para Sartre, quien dirá que, "si Dios no existe [y todo está permitido], no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, ni justificaciones ni excusas. Estamos solos, sin excusas" (los [ ] son míos).
(Este será el origen del nihilismo de Nietzsche.)
Pero no nos desviemos.
Kierkegaard creía que esta libertad constitutiva del hombre se reconocía en la angustia. En otras palabras, que sólo en la angustia el hombre llegaba a comprender su ser en libertad.
En El Existencialismo es un Humanismo, Sartre se refiere a su declaración de que el hombre es angustia:
"Esto significa que el hombre que se compromete y que se da cuenta de que es no sólo el que elige ser, sino también un legislador, que al mismo tiempo que a sí mismo elige a toda la humanidad, no podría escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad." (Jean-Paul Sartre)
¿Y cómo experimentamos esa sensación de angustia?
En su ensayo de 1844, Kierkegaard usó el ejemplo del hombre parado al borde de un edificio o precipicio. En esta situación, comenta el filósofo, el hombre no sólo teme caerse, sino también teme la posibilidad de tirarse. En esta experiencia de "nada me detiene" es donde descubrimos la falta de cualquier cosa que en realidad nos impida lanzarnos al vacío o quedarnos quietos. Para Kierkeegard, en este preciso momento es cuando experimentamos la más pura libertad.
(Quien haya ido al Mirador de Cóndores o simplemente se haya asomado en un balcón de un departamento a muuuchos metros del suelo comprenderá la sensación. Después de todo, el vértigo tiene mucho de angustia.)
La angustia, pues, aparece ante el hecho de que uno tiene la posibilidad (y la libertad) de hacer algo, incluso la más terrorífica de las posibilidades... lanzarse al vacío.
Por eso, décadas más tarde, Albert Camus dirá en El Mito de Sísifo que "no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio", precisamente porque es en ese acto donde nos encontramos con la angustia existencial en su máxima expresión.
"Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía." (Albert Camus)
Ahora podemos comprender el concepto de lo absurdo: si en la angustia existencial podemos llegar al suicidio, entonces la vida no tiene sentido, porque podemos terminar con ella sin que nada ni nadie nos detenga. Esto porque no hay un significado intrínseco, absoluto y objetivo de la existencia humana. Nihilismo puro.
¿La solución al dilema? Hay tres: 1) Aceptar el absurdo de la vida, 2) Terminar con la vida, ó 3) Entregarse al culto religioso (que ofrece significado pero sin base).
Yo opto por lo primero.
Y lo hago porque es el propio Camus, en El Mito de Sísifo, quien nos aclara que:
"Se ha fingido creer que negar un sentido a la vida lleva forzosamente a declarar que no vale la pena vivirla. En verdad, no hay equivalencia forzosa alguna entre ambos juicios." (Albert Camus)
Así, la angustia existencial no necesariamente significa que no vale la pena vivir la vida.
Continúa el francés Camus:
"Anteriormente se trataba de saber si la vida debía tener un sentido para vivirla. Ahora parece, por el contrario, que se la vivirá tanto mejor si no tiene sentido. Vivir una experiencia, un destino, es aceptarlo plenamente." (Albert Camus)
De esta forma, al vivir hacemos que viva lo absurdo. Tal como Sísifo que carga y carga su roca hasta la cima de la montaña. Su destino y propósito es particular, no universal.
¿Pero somos realmente libres?
Es importante aclarar que el pensamiento existencialista nos dice que somos libres y responsables de nuestras acciones, pero es evidente que no tenemos control sobre las elecciones que nos presenta la vida.
Dicho de otro modo: si bien muchas veces no tenemos control sobre las alternativas, siempre somos nosotros quienes nos decidimos por alguna.
El ejemplo del esclavo es útil para reflexionar sobre esto. Si al esclavo se le ofrecen sólo dos opciones: obedecer o morir, ¿está realmente escogiendo? Si el esclavo desea vivir, entonces sí. Algunos pensarán que esto conduce a un dilema ético, en tanto todo ser vivo (y el ser humano, por tanto), persigue su permanencia. Pero, tal como menciono arriba, ¡de eso precisamente se trata el concepto del absurdo existencialista! No hay una naturaleza o esencia humana. No hay un destino superior por cumplir. Todo está permitido. Y esto incluye cuestionarse el hecho (¿mínimo?) de vivir.
Por eso Camus dirá que Kierkegaard hizo algo más que descubrir lo absurdo: vivirlo.
Una última reflexión:
Durante la última etapa de su vida, Sartre fue fuertemente criticado, especialmente por comunistas europeos.
Se le reprochaba que, si la vida es un absurdo, sin sentido ni significado, entonces la acción en este mundo es totalmente innecesaria e imposible. Así, el existencialismo no sería más que una filosofía contemplativa, de escritorio (de gabinete), y como la contemplación es un lujo, entonces el existencialismo no sería más que una filosofía burguesa.
Además, la crítica política se robustecía al adoptar el materialismo histórico de Marx que, como rescata Savater en La aventura del pensar, sostenía que: "Los seres humanos nos desarrollamos de acuerdo con nuestras posibilidades tecnológicas, y también según las desigualdades económicas. Las condiciones materiales, además, son las que determinan nuestras ideologías y las impresiones que tenemos del mundo."
Así, para sus críticos, se hacía evidente que en el aforismo "Yo soy yo y mi circunstancia" de Ortega y Gasset, la circunstancia es preponderante en la realización del ser humano, y el existencialismo no daba cuenta de aquello. (La circunstancia sería el medio de Maturana.)
Sin las condiciones (circunstancias) adecuadas, ¿es posible elegir libremente?
El escritor James Clear ejemplifica lo anterior (sin el trasfondo filosófico que yo le he agregado) cuando se refiere a los fracasos de la gente que no tiene las mismas oportunidades: "Los fracasos de oportunidad ocurren cuando la sociedad no brinda igualdad de oportunidades para todas las personas. (...) Por ejemplo, hay miles de hombres de mi edad que viven en los tugurios de la India o en las calles de Bangladesh que son más inteligentes y más talentosos que yo, pero vivimos vidas muy diferentes en gran parte debido a las oportunidades que se nos presentan."
Pero, como hemos dicho, la libertad (existencialista) no se refiere a la elección de las circunstancias. Ahí está el error del juicio.
Así, Sartre, en respuesta a sus críticos, escribiría en El Existencialismo es un Humanismo que, por el contrario, la corriente existencialista es "la única que otorga una dignidad al hombre, la única que no lo convierte en un objeto." Esto porque todo materialismo, como la variante histórica de Marx, tiende a tratar a los hombres como objetos. Entender la historia como la sucesión de modos de producción así lo explicita.
Luego, entonces, si el existencialista define al hombre por la acción (y no por otra cosa), Sartre dice que no puede ser considerado como un defensor del "quietismo".
Para Sartre, por el contrario, no hay doctrina filosófica más optimista que el existencialismo, puesto que en ella el destino del hombre está en él mismo.
"El existencialismo es un optimismo, una doctrina de la acción." (Jean-Paul Sartre)
Entendiendo esto, comprendemos entonces que una de las tareas (acciones) más importantes de la sociedad es actuar para mejorar y nivelar las circunstancias de todos, para que realmente todos podamos elegir (lo que queramos) en igualdad de condiciones y oportunidades.
Por eso es importante no seguir profundizando las desigualdades sociales en ningún tipo de sociedad.
Lo que decidamos después, finalmente, será de nuestra (propia y única) responsabilidad, aunque tal libertad nos angustie.