Se dice que los psicólogos llaman al dinero el "último tabú" porque pareciera que es más fácil hablar de nuestra vida sexual que de nuestras finanzas personales.
Puedes relatar tus traumas más profundos y dolorosos, pero difícilmente hablas de tu nivel de ingresos, gasto, ahorro y deudas con los demás.
En qué gastas la plata, cómo lo haces, a quién le debes —y cuánto— parecen ser temas muy personales. Ni siquiera compartimos esos detalles con nuestros seres queridos.
¿Tu pareja sabe cuánto gastas y en qué? ¿Tu hermano conoce tus deudas?
¿Por qué no?
Sólo cuando tratamos de buscar una razón para (no) hacerlo nos damos cuenta que le otorgamos al dinero un valor especial dentro de nuestra identidad. Eso es lo que nos frena.
Pensamos que nuestras finanzas revelan algo sobre nosotros. (Spoiler: Lo hace.)
Lawrence Yeo llega a decir que la plata es el "megáfono de la identidad", precisamente porque es a través de cuánto dinero tenemos, y qué hacemos con él, que muchas veces nos identificamos y valoramos (a nosotros y al resto).
Pero la gestión del dinero —cómo lo obtenemos, cómo lo gastamos, cómo lo ahorramos e invertimos— tiene mucho más que ver con nuestra personalidad que con nuestra educación financiera.
No se trata de algo racional u objetivo. Se trata de cómo pensamos y sentimos.
En una columna pasada compartía la definición de Humberto Maturana sobre las emociones, o como decía él, las disposiciones corporales que "especifican en cada instante el dominio de acciones en que se encuentra un animal."
Ergo, nuestro comportamiento financiero también está fundado en emociones.
Morgan Housel comenta en la introducción de The Psychology of Money:
“Que te vaya bien con el dinero tiene poco que ver con lo inteligente que eres pero mucho con cómo te comportas. (...)
Un genio que pierde el control de sus emociones puede ser un desastre financiero. Lo opuesto también es cierto. La gente común sin educación financiera puede ser rica si tiene un puñado de habilidades conductuales que no tienen nada que ver con las medidas formales de inteligencia.”
Pero muchos ignoramos esto.
Pensamos, en cambio, que cuando nos va mal con el dinero es porque somos ignorantes, o porque el mundo conspira contra nosotros. Un problema externo.
Pienso que parte del problema son los medios de comunicación, que nos enseñan que las finanzas son una ciencia exacta basada en las matemáticas, donde ponemos datos en una fórmula y la fórmula nos dice qué hacer.
Por eso los consejos que vemos en televisión y leemos en los diarios siempre se tratan sobre qué hacer.
Pero nadie habla sobre lo que nos pasa —sentimos y pensamos— cuando tomamos esas decisiones financieras.
Housel reflexiona sobre esto:
“Para comprender por qué la gente se endeuda no es necesario estudiar las tasas de interés; necesitas estudiar la historia de la codicia, la inseguridad y el optimismo. Para entender por qué los inversionistas venden sus acciones en un mercado a la baja, no necesitas estudiar las matemáticas de los rendimientos futuros esperados; necesitas pensar en la desazón que sienten al mirar a su familia y cuestionarse si sus inversiones están poniendo en peligro su futuro.”
O sea, ser responsable financieramente tiene mucho más que ver con psicología que con el conocimiento que pretendas tener sobre finanzas personales, ahorro e inversiones.
"Cómo te sientes acerca de tu vida financiera y tu relación con el dinero impacta cómo te sientes contigo mismo. Lo que piensas de ti mismo afecta las decisiones que tomas. Y todas las elecciones que haces, crean quién eres, qué puedes hacer y quién te permites ser", opina Paco de Leon.
Por eso es necesario, como primer paso, asumir responsabilidad del estado actual de nuestras finanzas.
En segundo lugar, hay que reconocer que lo que sentimos y sabemos sobre el dinero puede ser una narrativa construida por la familia, amigos, la sociedad, los medios de comunicación o los libros que hayamos leído. La educación en la convivencia.
Housel escribe al respecto:
“Personas de diferentes generaciones, criadas por diferentes padres que obtuvieron diferentes ingresos y tenían diferentes valores, en diferentes partes del mundo, nacidas en diferentes economías, experimentando diferentes mercados laborales con diferentes incentivos y diferentes grados de suerte, aprenden lecciones muy diferentes. Todos tienen su propia experiencia única sobre cómo funciona el mundo.”
Esto nos dice que no hay una realidad objetiva sobre cómo ser responsable financieramente. Todos creamos nuestra propia realidad al respecto.
Cuando los gobiernos hablan de "responsabilidad", por ejemplo, se refieren a valores como la austeridad y la frugalidad. Ven esas acciones como virtudes.
Puedes estar de acuerdo o no. Hay países que se endeudan más, o menos, y no pasa nada.
Eso depende de la historia de cada país.
En el caso de las finanzas personales ocurre lo mismo. Depende de tu historia.
Cuando yo pienso en "responsabilidad financiera" simplemente me refiero a la idea de que si asumimos la plena responsabilidad de nuestras elecciones, acciones y sistemas de creencias, podemos influir en el resultado de nuestras finanzas.
Suena como cultura positiva pero en realidad es Existencialismo puro.
Porque una vez que reconoces tu condición financiera actual, lo que sigas sintiendo y pensando sobre ella ya es una elección que haces todos los días.
Para avanzar, pues, necesitamos: 1) asumir nuestra responsabilidad, pero a la vez 2) ser conscientes de las circunstancias, de nuestra historia. Del contexto.
Intercambiando dinero
Como he dicho, el dinero —no necesariamente cuánto tenemos, sino qué sentimos por él— gobierna nuestras vidas tanto como cualquier otro factor (quizás al mismo nivel que la salud, según Housel, o la felicidad).
Dirás: "Pero yo sé que el dinero no puede comprar la felicidad, y que las mejores cosas de la vida son gratis. Yo no pienso todo el tiempo en dinero."
Sí. Creemos que lo sabemos.
Pero nuestro comportamiento muestra lo contrario.
Y es que la búsqueda de dinero (riqueza) pareciera ser una lucha compartida por todos en el mundo moderno. Te puedes marginar de la religión o la política, pero no puedes escapar del dinero. Todos lo necesitamos.
Todos participamos de la misma búsqueda de generar, gastar, ahorrar, transferir, donar e invertir plata.
Lo importante es reflexionar porqué y para qué lo necesitamos.
En Your Money or Your Life, Vicki Robin nos enseña que el dinero es simplemente un medio de intercambio.
Con él intercambiamos bienes materiales, psicológicos y culturales. Todos importantes.
Porque tener satisfechas las necesidades materiales puede traer una inmensa tranquilidad. No hay duda. Comprender cómo la psicología del dinero afecta las decisiones que tomamos nos libera (¿estoy comprando esto porque lo necesito o porque estoy ansioso?). Y reflexionar sobre cómo algunas creencias culturales hacen que pensemos y operemos de cierta forma también nos libera —de hábitos muchas veces inconscientes, y para pensar en otras cosas: ¿siempre hay que tener más? ¿más es realmente mejor? La trampa del consumo. Etcétera.
Nosotros elegimos, pues, por qué y para qué queremos intercambiar el dinero. ¿Alguna carencia emocional? ¿Presión social? ¿Afecto? ¿Respeto? Nosotros escogemos. (Lógicamente pienso esto cuando las necesidades materiales ya están cubiertas.)
La tarea está en transitar desde ese elegir a veces inconsciente a uno intencional.
Pero creo que, al igual que Vicki Robin —y Henry D. Thoreau en Walden—, hay un cuarto tipo de intercambio que hacemos con dinero: cuando lo transamos por tiempo.
Robin llega a sostener que sólo cuando internalizamos que el dinero es tiempo es cuando somos capaces de transformar nuestra relación con él.
Así, como proponen los autores de Your Money or Your Life, la clave para transformar nuestra relación con la plata es tener claridad de que el dinero no es todos los significados que proyectamos sobre él (materiales, psicológicos y culturales —algo escribí sobre esto y los empleos).
El dinero es, en cambio, algo por lo que transamos nuestro tiempo.
Independencia financiera
Sólo cuando reconocemos que el verdadero intercambio de dinero es el tiempo, es que nos volvemos más responsables con nuestras finanzas.
Muchos piensan que el objetivo de las buenas finanzas personales es lograr la independencia financiera. La vieja noción de este concepto es volverse rico/millonario.
Pero, en el sentido más estricto, la independencia financiera significa tener la opción de decidir qué hacer con tu tiempo porque tienes un ingreso suficiente para tus necesidades básicas y ciertas comodidades.
Cuando tu quehacer se vuelve independiente de tus finanzas. De eso se trata.
Y ojo que en ningún momento hablo de cierto número de ceros en tu cuenta corriente.
Porque la independencia financiera no tiene que ver con ser millonario, al menos para mi.
Creo, en cambio, que para alcanzar la independencia financiera se deben conquistar dos "niveles" previos:
Inteligencia financiera, de la cual ya me he referido sin nombrarla. Se trata de la capacidad de alejarse de suposiciones y creencias sobre el dinero, y observar conscientemente nuestras decisiones. La inteligencia financiera se logra cuando sabemos y reflexionamos sobre lo que ganamos y gastamos, pero más importante aún, cuando aceptamos que en todo momento lo que hacemos es transar tiempo por dinero, y que las emociones siempre forman parte.
Integridad financiera, que es cuando todos los aspectos de la vida financiera están alineados con nuestros valores. Así, la integridad financiera se logra conociendo el verdadero impacto de los ingresos y gastos en nuestra vida y el entorno. Es saber cuánto dinero es suficiente y qué bienes materiales necesitamos (realmente), y qué es sólo exceso y/o desorden. Es tomar decisiones financieras independientes de lo que diga la publicidad o nuestro círculo social. Es ser honestos con nosotros mismos y nuestros valores.
O sea, la independencia financiera verdadera sólo se alcanza cuando cultivamos inteligencia e integridad financieras.
Por tanto, no debemos saltarnos los pasos previos.
No basta sólo con tener mucho dinero. Hay que saber qué hacer con él. Puede que termines siendo más dependiente de él.
Tenemos que darnos cuenta que la forma en la que gastamos nuestro tiempo y dinero dice mucho sobre quiénes somos y qué representamos. Nuestro comportamiento es una representación concreta de nuestros valores. Y eso incluye los hábitos financieros.
Tal como enseñan en Your Money or Your Life, la independencia financiera abarca mucho más que tener un ingreso seguro. La independencia financiera es cualquier cosa que te libere de la dependencia del dinero para manejar tu vida.
Y eso cuesta. No lo resuelve ganar la lotería o recibir una generosa herencia.
Por eso creo que la verdadera independencia financiera no tiene nada que ver con ser rico. Para mi, es la experiencia de tener suficiente... y algo más.
Lo suficiente para que la elección sea el verdadero corazón de la independencia financiera.
No se trata de dinero.
Se trata de poder elegir hacia dónde diriges tu recurso más preciado: tu tiempo.
Una reflexión final:
Hay un movimiento —principalmente aplicable en países desarrollados— que aboga por una jubilación anticipada como meta de la independencia financiera. En inglés se conoce como FIRE (Financial Independence Retire Early), y aparece mencionado en bestsellers como Your Money or Your Life o The 4-Hour Workweek.
Toma en consideración, como base, la popular idea de que necesitas invertir entre 25 a 30 veces tu ingreso anual para contar con ingresos ilimitados cuando jubiles.
Por ejemplo, si te gustaría vivir con un millón de pesos al mes, que son 12 millones al año, necesitas tener invertido cerca de (12x25) 300 millones de pesos. Con una rentabilidad anual de tu inversión cercana al 4%, esta "regla" dice que tendrás asegurado tu ingreso mensual de un millón hasta que mueras (en realidad, de forma ilimitada).
Así, lo que pretende el movimiento FIRE es proponer un cambio de hábitos que te permita ahorrar esos 300 millones (siguiendo con el ejemplo) lo antes posible.
Eso, porque el movimiento FIRE nos dice que si ahorras el 20% de tus ingresos, te llevará cerca de 37 años ahorrar esa cantidad. Que si aumentas el ahorro al 50% entonces te puedes retirar en 19 años. Y que si eres capaz de ahorrar un 70% de tus ingresos, podrías jubilar en 9 años.
Así, el movimiento FIRE aboga por la frugalidad (gastar poco) e invertir inteligentemente, como un modo de vida que te permita jubilar antes de tiempo —antes de los 65, se entiende.
Pero, antes que te entusiasmes con la idea, lo que le falta al movimiento FIRE es saber más sobre la dicotomía del control del Estoicismo.
Porque el movimiento FIRE se fundamenta en el mito de la responsabilidad individual como único factor de éxito. Nos insta a enfocarnos obsesivamente en pequeñas decisiones personales como comer en casa, ir en bicicleta al trabajo o mudarnos a una casa más pequeña, todas formas válidas de vivir una vida más simple (y económica).
Pero la realidad es que la mayoría de nosotros somos personalmente responsables de sólo una pequeña fracción de nuestra situación financiera.
Porque así como el sistema capitalista nos transforma de ciudadanos a consumidores, la tecnología nos vuelve ansiosos y adictos, y las redes sociales nos angustian y nos hacen dudar de nuestras aptitudes, el sistema financiero también cumple su rol en aprovecharse de la psicología humana.
Y eso porque el sistema nos hace creer en la idea de que lograremos la independencia financiera (o sea, ser ricos) sólo si somos capaces de ahorrar más y vivir con menos, lo que depende de nuestra voluntad, fuerza moral, o como le llames... y no por las circunstancias.
Y eso no es cierto.
Te lo pueden confirmar los cientos de chilenos jubilados que cotizaron por 40 años y reciben pensiones paupérrimas. Si no lo lograron en 40 años, ¿porqué tú si en un cuarto del tiempo?
(También Marx nos recordaría su tesis del materialismo histórico.)
La mayoría de las personas que "la hicieron", que se jubilaron anticipadamente (y ahora predican sobre FIRE) probablemente deben su éxito más a fuerzas políticas y económicas fuera de su esfera de control, y no como resultado de su ahorro o sus inversiones.
(Pienso en quienes se están jubilando durante estas últimas semanas, por ejemplo, con todos los vaivenes económicos consecuencia del conflicto ruso-ucraniano.)
Hay cosas que están bajo nuestro control y otras que no.
Por eso abogo en esta columna a no centrarnos en la independencia financiera solamente, que pareciera ser la gran meta. Al menos no desde la visión tradicional de volverse rico/millonario.
En cambio, mi invitación es a cultivar la inteligencia financiera instruyéndonos, educándonos y siendo transparentes (con nosotros y el resto) sobre nuestra situación económica.
A cultivar la integridad financiera, reconociendo y respetando nuestros valores, lo que realmente nos importa; y obteniendo, gastando, ahorrando e invirtiendo dinero en armonía con dichos valores.
Pero lo más importante, reconociendo que todo se reduce a cómo queremos pasar nuestros días. A por qué y para qué queremos intercambiar nuestro tiempo.
Naval lo tiene claro en esta cita, que puede pensarse como otra crítica al movimiento FIRE:
"No te haces rico gastando tu tiempo en ahorrar dinero. Te haces rico ahorrando tu tiempo para ganar dinero." (Naval Ravikant)
Porque a mi no me interesa ser millonario (de dinero), sino millonario de tiempo.
Para mi, para eso sirve la plata.
Para comprar tiempo.