"Los días más felices son aquellos que nos hacen sabios." (Gabriela Mistral)
Lo que sabemos y valoramos hoy puede no ser relevante en las próximas décadas.
Es decir, debemos reconocer (y asumir) que las habilidades, el conocimiento y la experiencia que tenemos hoy pueden volverse obsoletos con el tiempo.
Esto lo han sabido, desde siempre, cualquier médico, científico o informático.
¿La solución para ellos?
La educación continua. Ser un aprendiz de por vida.
Por eso toman cursos de especialización, asisten a congresos, aprenden nuevos programas y técnicas, etc.
Pero olvidamos que esto también lo podemos aplicar todos, sin importar nuestro quehacer profesional, pues con "educación continua" me refiero a pensar el aprendizaje como una tarea permanente, que no termina, y a fomentar la curiosidad y aspirar (siempre) a ser más inteligente cada día.
Y eso lo podemos hacer todos.
¡Pero siempre estamos aprendiendo!, me dirás. Lo hacemos cada vez que compartimos con nuestras familias, a partir de los libros que leemos, las películas que vemos, las personas que conocemos, etc.
Cierto. Todos somos influenciados por ideas y contenidos de muchas maneras cada día (aunque la economía de la atención muchas veces lo hace sin nuestro permiso).
Lo que quiero distinguir con "educación continua", o mejor dicho, con aprender "de por vida" (lifelong learning), para distanciarme del primer concepto más utilizado en lo académico, es aquel proceso de aprendizaje personal más consciente e intencional.
O sea, que en vez de aprender de forma inconsciente, lo hagamos deliberadamente, escogiendo las fuentes de inspiración que nos inviten a aprender y descubrir algo nuevo.
La buena noticia, en nuestra sociedad moderna digital, es que ahora no necesitamos de la educación formal. Hoy lo podemos hacer en internet: escuchando un podcast, viendo algo en Youtube o TED, participando en un foro especializado, etc.
"La habilidad más importante para hacerse rico es convertirse en un aprendiz perpetuo. Tienes que saber cómo aprender cualquier cosa que quieras aprender." (Naval Ravikant)
Lo importante es reconocer que aprender continuamente es mucho más que obtener una ventaja competitiva y ganar dinero con ello, como reza la cita de Naval. No se trata de estar a la vanguardia de tu campo y superar al resto. De llegar antes. De hacerse rico.
Para mi se trata, en cambio, de un modo de vida. Es sobre darle sentido al mundo. Es sobre tener una vida plena y significativa intelectualmente, más allá del quehacer profesional.
Desafortunadamente, la mayoría de la gente cree que ha terminado de aprender cuando sale del colegio.
Tal como sostiene Isaac Asimov en esta entrevista de 1988, asumimos equivocadamente que aprender es algo que les corresponde a los niños y no a los adultos.
Yo pienso lo contrario.
Creo, al igual que Asimov, que el verdadero aprendizaje comienza precisamente después del colegio, cuando podemos seguir nuestra curiosidad e intereses.
Una lástima que sea así, pues el colegio debería ser, en efecto, el lugar donde aprendamos a aprender, quizás la lección más importante que debiéramos tener (pero no tenemos). Un lugar de inspiración y donde se fomente la curiosidad.
Después de todo, la educación es el elemento fundamental en nuestra formación. Immanuel Kant —en una cita rescatada en La aventura del pensamiento de Fernando Savater— aseguraba que:
"El hombre no llega a ser hombre más que por la educación. No es más que lo que la educación hace de él. (...) Por eso la educación es el problema mayor y más difícil que puede plantéarsele al hombre. En efecto, las luces dependen de la educación y la educación depende de las luces [...]." (Immanuel Kant)
Rolf Behncke, en el prólogo a El árbol del conocimiento de Maturana y Varela, complementa: "Dada la importancia del proceso de aprendizaje en la evolución cultural de una sociedad, debiera ser esta materia motivo de discusión académica obligada en la formación curricular de todo profesional."
Pero los colegios y las universidades no parecen estar a la altura.
El problema del colegio
Probablemente, si te pregunto quién fue tu profesor favorito cuando estudiabas, escogerás a aquel que logró interesarte, motivarte, entusiasmarte con un tema. Porque seguramente él o ella lo estaba... antes de enseñarte.
Yo creo que aprendemos cuando se conjugan dos elementos que colindan en lo externo y lo interno (otra dicotomía): cuando nos sentimos inspirados (por alguien) y/o cuando (nosotros) tenemos curiosidad por algo.
La curiosidad en el colegio se destruye rápidamente, pues debemos atender obligatoriamente a clases, sobre temas que (quizás) no nos gustan, sin opciones para lo que (otro quizás) realmente nos entusiasma y despierta nuestra curiosidad.
Pero esto se podría atender con mallas curriculares más flexibles y atingentes a los intereses actuales y futuros de niños y jóvenes.
El problema más serio, pienso, ocurre con la inspiración.
Pues tal como sostiene David Perell, el sistema escolar suele subestimar la necesidad de inspiración, y como consecuencia, los estudiantes no aprenden tanto como podrían.
En mi caso, por ejemplo, la práctica frecuente de muchos profesores era simplemente llegar y comenzar a dictar la clase sobre el tema programado. Se sumergían inmediatamente en el material, sin antes despertar la curiosidad o inspirarnos para tener ganas de aprender.
(Ya hace unas semanas comentaba sobre el "modelo" que es la clase, que muchas veces asumimos válida como "transmisora de conocimiento" por sí sola. Imaginemos ahora, con la presente reflexión, lo que ocurre con el aprendizaje cuando le sumamos falta de inspiración. Fatal.)
Perell piensa que los profesores —no todos, por cierto— no tienen interés en inspirar a los niños y jóvenes por una razón muy simple: tienen un público cautivo y garantizado. Si en el cine te aburre una película, te puedes ir. En el colegio no.
La justificación, por cierto, será sencilla si les preguntas: dirán que las cosas entretenidas son banales y que las cosas importantes, aburridas. Así es la cosa.
Pero cualquier persona que aprende algo por curiosidad sabe que esto no es así.
Por esto Perell hace la distinción entre entretenimiento y diversión en esta concepción errónea sobre el aprendizaje de "cosas importantes" que muchos profesores aplican. Según él, te entretienes cada vez que pasas el tiempo inmerso en una actividad interesante, que capta tu atención, sin darte cuenta del paso del tiempo. La diversión, en cambio, se define por la distracción. Perell sostiene que los docentes no buscan enseñar desde la entretención porque creen que siempre conducirá a la distracción.
Error.
Richard Feynman, el famoso físico, dijo una vez: "Si no te estás entreteniendo, no estás aprendiendo. Hay un placer en descubrir cosas."
Debieran saber esto los profesores.
Mentalidad de principiante
Entendiendo la importancia de la inspiración y la curiosidad en el aprendizaje —que lamentablemente no aprovechan los colegios— es que ahora podemos aterrizar cómo una mentalidad de educación continua, de ser un "aprendiz por siempre", se hace posible.
Porque cuando decidimos que el aprendizaje es una tarea permanente, aceptamos que educarnos no termina durante las vacaciones de verano. Es para toda la vida.
Si lo hacemos inspirados, desde la curiosidad y la entretención, no hay razón para detenerse.
A finales de su reinado, cuenta la historia que un amigo detuvo al emperador Marco Aurelio (de quien ya he escrito) al verlo salir del palacio con una pila de libros. "¿A dónde vas tan cargado?", le preguntó. "A una clase de Estoicismo", le respondió, porque "aprender es algo bueno, incluso para alguien viejo como yo. De Sextus El Filósofo aprenderé lo que todavía no sé."
O sea, incluso el hombre más poderoso del mundo —el Emperador del Imperio Romano, ni más ni menos— estaba tomando sus libros y yendo a clase.
Y es que Albert Einstein ya lo decía: "Una vez que paras de aprender, empiezas a morir."
Algo que me gusta de esta mentalidad del "aprendiz perpetuo" es que, cuando se persigue intencionalmente, nos volvemos conscientes de nuestra ignorancia. Y esto es importante, porque cuando sabemos que no sabemos nos volvemos humildes.
Otro físico, John Archibald Wheeler, famoso por acuñar el término agujero negro, lo describe mejor que yo:
"Vivimos en una isla rodeada por un mar de ignorancia. A medida que crece nuestra isla de conocimiento, también crece la orilla de nuestra ignorancia." (John Archibald Wheeler)
Así, tener una mentalidad de principiante, de aprendiz por siempre, nos mantiene a raya cuando creemos que nos hemos convertido en expertos (palabra que nunca me ha gustado, por cierto).
Y esto porque, cuando pensamos que ya sabemos, con frecuencia terminamos de buscar información nueva y nos quedamos sólo con aquello que valida lo que creemos que sabemos. (El documental "The Social Dilemma" de Netflix es muy bueno tratando esto.)
James Clear llega más allá: cree que puede haber un peligro en convertirse en experto, pues pasamos de consumir información desde el descubrimiento hacia la confirmación selectiva. Pasamos de ser curiosos a ser arrogantes.
"Es imposible que un hombre aprenda lo que cree que ya sabe." (Epicteto)
¿Cómo podemos contrarrestar esto?
James Clear sugiere el concepto zen de shoshin, o "mente de principiante". Dejar de lado ideas preconcebidas y mantener una actitud de apertura cuando aprendemos. Pues somos maestros de nada.
Educando a los niños
Cuando me refiero a educarnos permanentemente, hago referencia a todos los ámbitos de desarrollo personal, no solo a lo profesional ligado al trabajo remunerado.
Por eso trato de mantener un hábito lector diverso, así como una curatoría de las cosas que consumo por internet (blogs, podcasts, videos). Parte de esos aprendizajes intento documentarlos y comunicarlos precisamente a través de este boletín semanal.
Pero en el caso de la educación formal, no obstante, creo que hay elementos que deben repensarse. Especialmente cuando nos referimos a niños y jóvenes.
En el libro La revolución reflexiva, de Ximena Dávila y Humberto Maturana, los autores nos enseñan que: "Educar no es solo entregar conocimientos, es transformación en la convivencia. Los niños y niñas desde que nacen se van transformando en la convivencia con los mayores con quienes conviven."
Esto es importante comprender, pues en lenguaje maturanesco, los niños conservarán los modos de vida que nosotros, como adultos, conservemos. Visto así, el "futuro del mundo" no son los niños, somos nosotros los adultos, pues los primeros aprenderán lo que enseñemos los segundos.
En Desde la biología a la psicología, Maturana complementa diciendo que "el aprendizaje es un proceso que se da en el vivir, pero que no consiste en captar el mundo como la palabra aprender sugiere. El fenómeno de aprender es cambiar con el mundo." (Es así porque no existe una realidad objetiva independiente del observador.)
Este cambiar con el mundo es precisamente la transformación en la convivencia a la cual se refieren Maturana y Dávila en La revolución reflexiva.
Por eso no debemos educar (en la casa, en el barrio, en el colegio) pensando en adaptar a los niños al mundo actual. Kant —en otra cita de La aventura del pensamiento—, nos invita, por el contrario, a lo siguiente:
"No se debe educar a los niños únicamente según el estado presente de la especie humana, sino según su futuro posible y mejor, es decir, de acuerdo con la Idea de Humanidad y con su destino total. Este principio es de gran importancia. Ordinariamente los padres educan a sus hijos en vista solamente de adaptarles al mundo actual, por corrompido que esté. Deberían más bien darles una educación mejor, a fin de que un mejor Estado pueda surgir en el porvenir." (Immanuel Kant)
Y aquí, como he dicho, no hablamos sólo del conocimiento tradicional, de datos duros, de ciencia, matemática, etc. También nos referimos a los distintos modos de vida. Y la mentalidad del aprendiz perpetuo, de la educación continua, del shoshin, es precisamente una forma de construir una identidad particular basada en la curiosidad y el aprendizaje permanentes.
Quiero terminar con esta breve analogía que hace David Perell para entender el aprendizaje que nace de la inspiración y la curiosidad.
Perell explica que el proceso de aprender es como enamorarse de una canción. Al inicio, sólo nos atraen aquellas canciones que nos conmueven, que nos producen algo. Que nos inspiran. Si son pegadizas, escucharemos la canción en nuestra cabeza. Si la canción sigue resonando en nosotros, la sola curiosidad nos llevará a investigar y aprender sobre el artista y explorar la letra en profundidad.
Luego, cuando alguien te pregunte por la canción, además de saber la letra, le contarás la historia detrás de la música y del artista.
El aprendizaje debiera operar de la misma manera.
No aprendemos continuamente cada vez que leemos?