La experiencia musical
Cuando la vida se piensa como un extenso telonero de la banda principal.
Pareciera que cuanto más nos enfocamos en usar bien nuestro tiempo, más parece que los días son sólo algo por lo que debemos pasar —a modo de interludio—, algo así como un camino (transitorio) hacia un futuro mejor, más tranquilo y significativo (y ahora sí: definitivo).
Como creemos vivir en control del tiempo, tenemos confianza de que el valor "real" de nuestra vida se encuentra en algún punto más adelante.
Como describe Oliver Burkeman en Four Thousand Weeks, esta mentalidad se expresa en el "Cuando finalmente..."
Cuando finalmente tenga mi carga laboral bajo control...
Cuando mi candidato/alternativa política resulte ganadora...
Cuando encuentre la pareja romántica correcta...
Cuando resuelva mis problemas económicos...
Entonces, sólo entonces, podré relajarme y tener la vida que quiero.
La idea es usar bien nuestro tiempo (hoy) por un beneficio futuro (mañana). Luego, por eso no nos sentimos satisfechos ni felices: porque no hemos logrado conseguir ciertas cosas hoy.
Lo que no comprendemos es que perseguir seguridad y certeza de esa forma no puede ser obtenido nunca, por la sencilla razón de que, como seres vivos, lo único que experimentamos es un presente continuo.
Si tratamos al presente sólo como un camino transitorio hacia un futuro mejor, nunca será posible sentirse satisfecho en el presente.
Por lo demás, existimos dentro de un sistema económico que lo instrumentaliza todo: los recursos naturales, tu tiempo, tu capital humano y tu vocación; todo al servicio de ganancias económicas futuras. No debería extrañarnos, entonces, que nuestra visión del presente sea también instrumental y centrada en el futuro.
Pero, así también, nos estaríamos engañando a nosotros mismos si le echáramos toda la culpa al capitalismo, sostiene Burkeman, pues nosotros también colaboramos con esa manera instrumentalista de pensar el tiempo. Y lo hacemos porque pensar así nos ayuda a mantener la sensación de control de nuestras vidas. Queremos creer que nuestros esfuerzos darán sus frutos algún día y que nos conducirán a una vida feliz y libre de problemas.
Pero como nos advierte Oliver:
Nuestra obsesión por extraer el mayor valor futuro de nuestro tiempo nos ciega ante la realidad de que, de hecho, el momento de la verdad siempre es ahora, que la vida no es más que una sucesión de momentos presentes, que culminan en la muerte.
La solución parece simple, ¿no? "Vivir el presente" "Estar atento al momento", etc., todos consejos de corrientes trascendentales-espirituales, en libros sobre bienestar y auto-ayuda.
El problema es que esforzarnos por "estar presentes en el momento" sigue validando la mentalidad instrumentalista y centrada en el futuro que se pretende reemplazar. Y esto porque, en palabras de Burkeman, estar obsesionado por tratar de hacer un mejor uso del tiempo —ahora no persiguiendo algún resultado futuro sino potenciando la vivencia de experiencias únicas e irrepetibles— suele oscurecer la experiencia misma. Como cuando nos esforzamos demasiado en quedarnos dormidos, y por ese hecho, no lo logramos.
"La razón por la que el tiempo se siente como una lucha es que estamos constantemente tratando de dominarlo." (Oliver Burkeman)
Todo esto me recuerda a Kierkegaard:
"Es perfectamente cierto, como dicen los filósofos, que la vida debe entenderse retrospectivamente. Pero olvidan otra proposición: que debe vivirse hacia delante. Y si uno piensa esa proposición, se hace cada vez más evidente que la vida nunca se puede comprender realmente en su momento, porque en ningún momento particular puedo encontrar el lugar de descanso necesario desde el cual comprenderla." (Søren Kierkegaard)
O sea, nunca hay un punto de tranquilidad para la contemplación porque precisamente se vive momento a momento.
Por desgracia, muchas veces optamos por volvernos productivos y eficientes, quizás para nunca tener que experimentar la culpa de decepcionar a otros (o a nosotros mismos), o para evitar enfrentarnos a la muerte sin haber conseguido logros importantes.
Pero eso es contrario a la instrumentalización del tiempo que se pretende evitar.
Un mejor enfoque, según recomendación de Burkeman, es la simple constatación de que siempre estamos viviendo el momento, nos guste o no.
Y que ese momento puede ser el último.
Y es que, tal como sostiene el estadounidense Sam Harris, nuestras vidas —gracias a su finitud— están inevitablemente llenas de actividades que estamos haciendo por última vez. Algún día será la última vez que lleves a tu hijo al colegio, o que visites el barrio de tu infancia, o que nades en la playa, o que tengas una conversación con un amigo. Lo paradójico es que, por lo general, nunca sabemos, en el momento mismo, si lo estamos haciendo por última vez.
Para mí, una forma de comprender esta idea es cuando escuchamos música en vivo. Cada canción que el artista interpreta puede ser la última vez que la escuches. Al menos yo, desde hace un tiempo trato de experimentar la música en vivo más concentrado y atento que en otros momentos. Porque en un concierto la música no se puede pausar ni repetir. Es una experiencia única, momento a momento. Algunos, convencidos de su control del tiempo, optan por grabar canciones completas con su celular (¡incluso el concierto entero!), quizás para un disfrute posterior, o bien para compartir la experiencia con otro, es decir, estando más preocupado de quien no pudo asistir en vez de concentrarse en la experiencia musical misma (muy millennial).
Olvidamos que ninguna grabación sustituye la asistencia a un concierto musical.
Porque como dice W.H. Auden, "La música es inmediata; fluye con su devenir."
La experiencia musical no se puede atrapar ni retener porque:
"Un solo momento musical inmovilizado hace audible solo un acorde, que en sí mismo carece de sentido comparativamente. El flujo final de la música nos obliga a usar nuestra imaginación, porque la música está en un continuo estado de devenir." (Aaron Copland)
Por lo tanto, conviene reflexionar (siempre) sobre cómo vivimos. ¿Estamos instrumentalizando cómo usamos nuestro tiempo? ¿Es todo quehacer planificado en virtud de un beneficio futuro? A veces convendría vivir tal como experimentamos la música en vivo, es decir, en total concentración y atención del momento presente, sin la distracción de pensar en la utilidad de la experiencia misma.
Pero tampoco debemos ser tan estrictos como la directora de orquesta Nadia Boulanger, que formó a muchos de los principales compositores y músicos del siglo XX, quien afirmaba que:
"Cualquiera que actúa sin prestar atención a lo que está haciendo está desperdiciando su vida. Me atrevería a decir que la falta de atención niega la vida, ya sea limpiando ventanas o tratando de escribir una obra maestra." (Nadia Boulanger)