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En la mayoría de los países hay un discurso que se repite: estamos en una crisis de valores.
Es una agenda usualmente impulsada por las derechas conservadoras, y seguramente habrás escuchado a alguien decir que la juventud está perdiendo sus valores. Cuando le preguntan a la gente, generalmente mayor, responden cosas como "ya no hay respeto", "no hay disciplina", "se perdió el valor de la familia", etc.
¿Pero son estos realmente valores?
Para Jenna LeJeune, autora del libro "Values in Therapy", no.
LeJeune explica que cuando una persona dice que valora la familia, el trabajo o la espiritualidad, lo único que está haciendo es identificar las áreas de su vida que son importantes para ella.
Pero palabras como "familia", "amistad" o "salud" no son valores en sí mismos, sino ámbitos de la vida en los que eventualmente podrían encarnarse valores.
Lo mismo pasa con ideas como "valoro mi salud mental" o "valoro mi tiempo libre": no dicen nada sobre cómo se invierte el tiempo y energía.
Los valores tienen que ver, en cambio, con cómo vivimos la vida, qué decidimos hacer con ella día tras día. Son formas de vivir, no palabras sueltas. Son comportamientos, no principios.
De manera que no hay valores sin acción. De hecho, una forma de describirlos es decir que son una combinación de verbos y adverbios: lo que se hace y cómo se hace.
Así, decir "valoro mi soledad" no constituye un valor por sí mismo, pero sí decir "reservo intencionalmente momentos de introspección". Tampoco lo es "valoro mi salud mental" pero sí "anoto sin prejuicios lo que siento y pienso". Lo importante es lo que se hace (reservar, anotar) y cómo (con intención, sin prejuicios).
Eso son los valores. El QUÉ y el CÓMO.
Primera inferencia: dado que son acciones (verbo + adverbio) los valores pueden expresarse en cualquier momento. Se encuentran disponibles de forma inmediata. No necesitan de otra cosa para ponerse en práctica.
Eso los diferencia de los objetivos o metas tradicionales, los cuales, cuando versan sobre ámbitos importantes de nuestras vidas, solemos confundirlos con valores. Porque decir cosas como "valoro tener una familia", "valoro mi trabajo" o "valoro donde vivo" son enunciados basados en metas, no valores. Lo mismo pasa cuando nos preguntan qué queremos de la vida y respondemos cosas como "escribir un libro", "tener un negocio propio" o "encontrar un compañero de vida".
Todos estos son ejemplos de metas porque reflejan algo que puede alcanzarse o lograrse, en lugar de describir una acción continua. Como hemos dicho, los valores se viven siempre en el presente, y los objetivos están en el pasado o el futuro.
Sin embargo, los enunciados anteriores nos pueden ayudar a descubrir lo que valoramos.
Porque quizás quieres escribir un libro porque valoras aprender y compartir. O quizás quieres tener un negocio propio porque valoras la autonomía o la creatividad que proporcionaría. O quizás quieres vivir en cierto lugar porque valoras estar en contacto con la naturaleza o cerca de tus abuelos.
Esto es importante porque, de una u otra forma, los objetivos que nos planteamos conectan de alguna manera con un aspecto de la vida que valoramos. El objetivo particular (la meta) puede cumplirse o no, pero el ámbito de la vida que apreciamos a través de acciones concretas, no.
Segunda inferencia: los valores marcan la dirección, los objetivos son (sólo) hitos del camino.
En otras palabras, los valores siempre estarán allí, mientras que los objetivos y metas cambian y pueden lograrse o no. Así, puedes terminar de escribir el libro que deseas, pero nunca podrás "completar" áreas de la vida que te importan como el aprendizaje o la autonomía. Lo mismo con casarse o tener una familia. Puedes lograrlo, pero vivir con compromiso, dedicación o amor es un proceso que nunca termina.
Eso son los valores. No son metas.
A su vez, por esa razón los valores son más flexibles que las metas. Porque si te encanta viajar en bicicleta, pero te lesionas y no puedes seguir haciéndolo, te puedes llevar una desilusión y una sensación de vacío. Pero si reflexionas sobre porqué te importa viajar en bicicleta, quizás descubras que simplemente es una forma en que disfrutas del aire libre al mismo tiempo que cuidas tu cuerpo. Al reconocer el valor detrás del objetivo, pues, aprendes que viajar en bicicleta no era más que una forma de vivir ciertos valores, los que ahora podrías expresar de otro modo. Lo mismo pasa con otras actividades/identidades, como ser escritor, un buen padre o una persona exitosa en el trabajo. Detrás de cada meta se esconden valores. Pregúntate porqué.
Así, no es necesario realizar una actividad específica, llegar a otro lugar o conseguir algo antes de poder empezar a actuar según tus valores.
Valorar algo significa que lo estás valorando ahora, no en otro momento.
Tercera inferencia: los valores nos acercan a algo, no nos alejan.
No procrastinar.
No beber alcohol.
No pasar pegado al celular.
Todas son tareas que los muertos hacen mejor que uno. Ciertamente un muerto no procrastina, no bebe alcohol ni usa el celular. Pero como dijimos, los valores son acciones, y por tanto tienen que ver con comportamientos que nos acercan a cómo queremos ser.
No hacer algo, por tanto, no es una acción que constituya un valor.
Por ejemplo, si quieres mejorar la relación con tu mamá y ello implica no pelear con ella, eso no es expresar algo que valores. Un muerto con seguridad no peleará con su madre, y en ese sentido, hará el trabajo mejor que tú. En cambio, mejorar la relación con tu mamá prestando atención a lo que dice sin prejuicios, o expresando cariño hacia ella o visitándola regularmente, sí son actos que un muerto no puede hacer.
Así, al igual que con los objetivos y metas, es bueno repensar lo que creemos constituyen valores usando esta perspectiva de lo que un muerto haría mejor que uno. Porque al fin y al cabo, no hacer algo implica hacer otra cosa. Dedicar menos tiempo en algo implica concentrarse en otra cosa. De tal manera que quizás no quieras procrastinar tanto para trabajar en un proyecto que te entusiasma, o no quieras beber alcohol para ocuparte de tu salud, o quieras pasar menos tiempo en el celular para estar más presente con tu familia. Así afloran los valores.
Cuarta inferencia: los valores son hábitos que nosotros escogemos.
Como los valores son comportamientos, hoy ya actuamos de una forma que revela lo que nos importa. Si dedicamos tiempo a nuestra familia, a la pareja, a los amigos, a leer, a escribir, a practicar un instrumento, a pintar, a la comunidad, al deporte, etc., tanto como si NO lo hacemos, todo ello dice algo sobre nuestras prioridades.
Por eso es importante ser sinceros con nosotros mismos.
Si decimos "valoro mi salud mental" o "valoro mantenerme en forma" pero no hay comportamientos asociados, probablemente no son ámbitos que te importen realmente, al menos no en este momento. No son prioridad.
Por eso un buen punto de partida para conocer nuestros propios valores es hacer un seguimiento de los comportamientos específicos que realizamos. Poner atención a lo que hacemos pero también a cómo lo hacemos (el qué y el cómo).
Piensa en el siguiente ejercicio: si alguien observara tus acciones durante una semana, ¿qué diría sobre tus valores? Quizás revele que: (1) hay valores que crees que tienes, y (2) hay valores que tus acciones (ya) muestran que tienes.
Hay que generar la evidencia que sustente los relatos que nos contamos.
Una última reflexión:
Una característica fundamental de los valores es que se experimentan como algo libremente elegido. No son deberes. No se eligen basándose en un "debería". No hay valores buenos ni malos, ni mejores ni peores, ni correctos o incorrectos. Los valores son una expresión de la diversidad de intereses de las personas.
Por lo tanto, debemos aprender a distinguir los valores que parecen impuestos por una entidad externa (como una persona, un gobierno o una religión), porque en esos casos estamos hablando de moral, es decir, de la imposición de normas de comportamiento o creencias sobre lo que es y no es aceptable hacer.
Por eso —y volviendo al comienzo— yo creo que cuando la gente dice que hay una crisis de valores en realidad se refiere a una crisis de moral. Una crisis de SU moral. Porque conceptos como "familia", "salud" o "trabajo" siempre han sido ámbitos relevantes. El cambio está en la forma (acciones) en que expresamos las cosas que valoramos. Así, lo que está en crisis no es el "matrimonio" sino cómo los conservadores no toleran otras formas de pensar una familia; no hay una crisis del "trabajo" sino cómo un grupo rechaza a quienes priorizan otros ámbitos (como la salud mental o el tiempo libre) por sobre el desarrollo profesional; etcétera.
Para mí, eso es crisis de una moral, no de los valores.
Un pequeño ejercicio que hice, y que recomiendo hacer, es enlistar los valores que son importantes para mí.
Este mismo ejercicio lo hice con mi esposa, porque queremos que esos valores sean parte de nuestro hogar, y eventualmente, cuando tengamos hijos se puedan transmitir de igual manera.
Fundamental la claridad analítica para analizar estas cuestiones y el énfasis en un lenguaje claro, a poder ser unívoco, y que se atienda a los hechos (o, según tú, a la "creación" de los mismos por una conciencia o sociedad, ¿no?).
Mi enhorabuena por el artículo, de verdad, te has ganado un seguidor. Además, justo el contenido de este artículo es muy afín a mi forma de ver este mismo asunto (esta sí "creación" de mi conciencia).
En efecto, el valor no existe; lo qué existe es una valoración, o en otras palabras más simples: una apetencia o aversión, un verse impelido. No podemos hipostasiar el valor, pues este es una acción que realiza y/o padece un organismo, una propiedad del mismo que requiere sensación y objeto.
Muy importante también la distinción entre nuestras acciones y nuestro discurso. La hipocresía con uno mismo es funesta y devastadora, y resulta evidente la ciclotimia entre lo qué valoramos y lo qué creemos valorar.
Algo que creo importante es realizar una reducción a los componentes más básicos de la valoración. ¿Qué es aquello que en última instancia se valora? ¿Cómo saber si no me engaño a mi mismo y valoro realmente lo qué creo valorar?
A mi parecer, la respuesta se halla implícita en el texto, y voy a ver si logro explicitarla.
Cuando distingues entre objetivo y valoración, das a entender que el valor del objetivo es doble: los efectos de su consecución y los efectos del perseguirlo o valorarlo. Estos últimos son, siempre, una vivencia presente, y los primeros serán diversos. Ahora bien, los efectos de todo objetivo pueden reducirse a su vez a una vivencia presente, ya sea propia o ajena (bueno, los efectos que merecen consideración).
Por ejemplo: los efectos fortalecer tus lumbares radicarán en la ausencia de dolor vivida en un futuro, en una vivencia; pero si te mueres antes, ese valor no se "realizará".
Por esto mismo, creo que se puede inferir que el valor o finalidad última es la vivencia presente. En cada acción debe haber dos niveles o fines: los efectos futuros y la vivencia presente. Pero debido a la naturaleza de las cosas y salvo casos excepcionales, considero que la vivencia presente tiene una posición superior en la jerarquía de valores, pues todo organismo persigue un estado hedónico que se justifica en si mismo.
Claro está: no existe un falso dilema. Uno puede harmonizar y conjugar estos dos aspectos.
Respecto a la "crisis moral" que tú llamas de "su" moral, creo que puede verse a un nivel social más amplio. La moral ha de entenderse a nivel grupal, y por ello, puede existir una crisis moral si entendemos que se están erosionando ciertos mandatos morales que sustentan un equilibro en una sociedad (o a nivel más pequeño, en cualquier institución). Una destrucción del pegamento moral seria daría como resultado la destrucción de una sociedad. No hay que olvidar que los códigos morales cumplen una función múltiple, bien pudiendo estar desfasados, sesgados hacía unos intereses o contrarios a las inclinaciones de ciertos segmentos de la sociedad (cuyas inclinaciones contrarias son posibilitadas por la misma sociedad).
El problema, creo, no es tanto que exista una crisis moral, si no más bien una crisis de aquellas conductas necesarias que se realizan bajo obligación moral.