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Como escribí en "A trabajar por plata (y nada más)", en el libro Work Without End el académico Benjamin Kline Hunnicutt explica cómo el trabajo parece cumplir hoy una función mucho más amplia en la sociedad:
“El significado, la justificación, el propósito e incluso la salvación se buscan ahora en el trabajo, sin referencia a ninguna estructura filosófica o teológica tradicional. Hombres y mujeres responden a las viejas preguntas religiosas de nuevas formas, y las respuestas son cada vez más en términos de trabajo, carrera, ocupación y profesión.”
O sea, hoy esperamos que nuestros trabajos cumplan la función que tradicionalmente le correspondía a la religión. Muchos de quienes se preguntan "quién soy", "porqué estoy aquí", "a dónde voy", etc., quieren encontrar una forma de respuesta en sus trabajos.
El trabajo se ha convertido así en el lugar donde millones de personas alrededor del mundo buscan el propósito o significado en sus vidas. Porque aunque el empleo que tienen hoy no lo sea, igualmente desean, en algún momento, encontrar o construir una carrera profesional que satisfaga esa inquietud. El trabajo de tus sueños como imperativo moderno.
Como resultado, tener éxito en la vida para muchos no es otra cosa que tener una esplendorosa carrera profesional. Un trabajo de ensueño.
Y los estudios así lo avalan.
En Estados Unidos, por ejemplo, según una encuesta de Pew, cuando se preguntó a la gente qué es lo que daba sentido a sus vidas, casi el doble respondió que su carrera antes que su cónyuge. En otro estudio, cuando se preguntó a adolescentes qué es lo que pensaban sería lo más importante cuando sean adultos, el 95% escogió tener un trabajo o carrera que disfrutasen. Esta opción superó cualquier otra prioridad, como ayudar a otros, ganar mucho dinero, o tener hijos:
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La razón parece sencilla: como escribió Hunnicutt, el trabajo se ha vuelto comparable a la identificación religiosa de antes. Además de un salario, se espera que el trabajo provea significado, sentido de comunidad y propósito. No debiera sorprendernos que jóvenes y adultos esperen tanto de sus carreras y trabajos.
El periodista Derek Thompson bautizó este fenómeno como workismo: la creencia de que el trabajo no solo es necesario para la producción económica, sino también la pieza central de la identidad y el propósito de la vida de las personas.
Homo industrius = también conocido como workista, humano que busca sentido en su trabajo de forma similar a como un religioso busca sentido en la fe.
Según Thompson, el workismo es relativamente nuevo. Para él, es algo propio del siglo XX, donde es posible observar un cambio en la percepción del trabajo, desde una ocupación remunerada, para pasar a ser un símbolo de estátus, para finalmente convertirse en el medio de auto-realización que hoy le exigimos.
Pero como bien comentó un usuario de Reddit, quien compartió una frase que un (buen) jefe solía decirle: “Dentro de 20 años, los únicos que recordarán que trabajaste hasta tarde serán tus hijos.”
En otras palabras, ¿qué buscamos específicamente en los trabajos que tantos quedan absorbidos por la continua búsqueda de éxito, de logros, de realización profesional? ¿Qué hay detrás de esta búsqueda, que las propias personas llegan a identificar como más prioritaria que otros aspectos de la vida?
¿Que és lo que realmente perseguimos cuando buscamos un trabajo que sea significativo?
¿Qué implica tener un trabajo exitoso?
En el libro Your Money or Your Life, los autores Vicki Robin y Joe Domínguez comparten las respuestas que daban las personas a las cientos de encuestas que realizaron durante sus investigaciones. Ante la pregunta de porqué trabajaban, cuál era su objetivo/propósito, la mayoría respondía que lo hacía:
Para proveer a su familia.
Para ahorrar para el futuro.
Para lograr independencia financiera.
Para conseguir una posición dentro de una empresa importante.
Para seguir con una tradición familiar (siguiendo una profesión particular).
Para contribuir a la sociedad.
Para "ser el cambio que quiero ver en el mundo".
Para aprender y adquirir nuevas habilidades.
Para innovar y crear.
Para influir en otras personas.
Para conseguir respeto y admiración de mis pares.
Para lograr éxito y autoridad (en una disciplina particular).
Para interactuar con otros y ser parte de una comunidad.
Etcétera.
O sea, además de obtener dinero a cambio, los encuestados también veían sus trabajos como un medio para lograr otros fines: un sentido de seguridad, tradición, servicio, aprendizaje, conexión, estátus, etc.
A primera vista, entonces, parece (¿razonable?) que tener una carrera exitosa es una fórmula (¿infalible?) para auto-realizarse y ser feliz.
Pero revisemos dos ejemplos de personas con carreras laborales destacadas, que sin duda satisfacen el listado de objetivos/propósitos completo, punto por punto. Algo envidiable, ¿no?
No me gusta su música, pero sé que Taylor Swift es una mujer que ha logrado casi todo lo que un artista podría soñar. Es rica, famosa, con millones de fans y seguidores alrededor del mundo, ha vendido millones de discos, ganado Grammys y superado varios récords.
Sin embargo, a pesar de eso, hay una escena del documental “Miss Americana” (Netflix) que me llamó mucho la atención.
Hay una parte en que ella confronta a su mánager, a sus padres, a su publicista y a casi todos los que trabajan para ella, para discutir —no, pelear; no, rogar— por permiso para hacer una simple declaración sobre unas elecciones políticas que se aproximan (Taylor se rehúsa a que una republicana ultra-conservadora salga electa en su estado, Tennessee).
Con lágrimas en sus ojos, Taylor dice: “Quiero que sepan que esto es importante para mí”.
“It really is a big deal to me.”
PLEASE.
Para mi esta escena no es precisamente una demostración de poder, de alguien en la cima del mundo. A su propia manera, al menos como yo vi ese documental, Taylor Swift vive dentro de una "prisión", esclava de lo que ella misma ha construido. Paradójicamente, es menos libre de lo que se supone podría ser.
Entonces, quizás, uno piensa que ser millonario, o una celebridad, o un CEO de una gran empresa, es algo empoderador. Éxito rotundo por donde se le mire. Algo que abre oportunidades en vez de cerrarlas. Algo que libera en vez de limitar. Algo que provee significado en vez de vacío.
¿Es tan así?
Segundo ejemplo:
Vamos con otro tipo de persona: alguien con una carrera sobresaliente, con mucho poder y sin adversarios. Un dictador.
En este artículo sobre Saddam Hussein, publicado hace veinte años, el periodista Mark Bowden relata la vida cotidiana del entonces líder iraquí:
(…) “Uno podría pensar que el hombre más poderoso tiene la mayor cantidad de opciones, pero en realidad tiene las menos. Casi todo depende de él. Las opciones del tirano son las más estrechas de todas. Su vida —¡la nación!— pende de un hilo. No puede vagar o explorar, o huir. No puede reinventarse a sí mismo, porque otros dependen de él, y él, a su vez, depende de tantos otros. El dictador deja de aprender, porque está rodeado de fortalezas y palacios, por generales y ministros que rara vez se atreven a decirle lo que no desea escuchar. El poder gradualmente aísla al tirano del mundo. Todo le llega de segunda o tercera mano. Lo engañan a diario. Se vuelve ignorante de su tierra, de su pueblo, incluso de su propia familia. Existe, finalmente, solo para preservar su riqueza y poder, para construir su legado. La supervivencia se convierte en su única pasión obsesiva. Así, pide que prueben su comida en busca de veneno, hace ejercicio detrás de muros bien custodiados, no confía en nadie y trata de controlarlo todo.”
De seguro es un caso extremo, pensarás. Por cierto, pero no es más que la repetición de una historia antigua. De hecho hay un mito que la engloba: la espada de Damocles. La enseñanza es esta: pensamos que un rey es libre... pero en realidad el terror se cierne sobre él todo el tiempo. Esto se manifiesta en los dos ejemplos diametralmente opuestos: el éxito arrollador de Taylor Swift que le impide algo tan sencillo como dar su opinión, y el poder total de Saddam Hussein que lo vuelve esclavo de la paranoia.
O sea que en el poder y el éxito deslumbrantes también hay fragilidad y falsa seguridad.
Estas historias me hicieron reflexionar sobre lo que a veces implica (querer) realizarse exclusivamente a través del trabajo. Cuando la vara más importante para medir tu satisfacción personal es tu carrera profesional, el trabajo que desempeñas.
¿Estás seguro que las metas laborales que persigues son las que realmente deseas? ¿Entiendes realmente lo que significa tener éxito? ¿Estás seguro de que tener una carrera profesional deslumbrante es lo que necesitas para ser feliz?
Piensa en el actor encasillado en un solo tipo de papel. Piensa en el multimillonario que cada día está absorbido en administrar su fortuna. Piensa en el CEO que está a merced de la enorme bestia que es su negocio. Piensa en el Presidente de un país cuya agenda está controlada minuto a minuto por su personal.
A veces hay ciertas cosas que parecen atractivas y deseables a la distancia, pero mirando de cerca dejan de serlo. (Al menos para mí.)
Arriba comentaba sobre cómo en Your Money or Your Life nos cuentan que las personas suelen ver sus trabajos como un medio para lograr otros fines adicionales al de percibir una remuneración: seguridad, tradición, servicio, aprendizaje, conexión, estátus, etc.
Pero a ese listado le falta algo...
Un elemento que no tiene que ver con el quehacer del trabajo, o de la influencia sobre otros, o de la satisfacción propia del oficio.
Algo que sólo pude descubrir a partir de las vidas de Taylor Swift y Saddam Hussein. Un elemento que, a pesar de tener carreras exitosas (bajo los parámetros que cada cual mida y quiera valorar o no), ni la cantante ni el tirano poseen:
Autonomía.
Autonomía para decidir qué hacer la mayoría de los días...
Autonomía para hacer lo que creen correcto...
Autonomía para cambiar de opinión...
Autonomía para decir que no...
Para mí, pues, el concepto de autonomía es un elemento central de un trabajo soñado y que no tiene que ver con la idea de éxito que a veces nos llega donde prevalece la búsqueda de autoridad, reconocimiento y dinero.
No.
Lo que (también) importa en un trabajo es la autonomía que otorga.
Lejos del workismo. Lejos del Homo industrius.
Porque sin autonomía, ¿de qué sirve el éxito? ¿De qué sirve la fama y salir de gira si no puedes dar tu opinión cuando lo deseas (Taylor)? ¿De qué sirve el poder total si desconfías de todo el mundo (Saddam)?
Como bien dijo Séneca: “El más poderoso es aquel que tiene poder sobre sí mismo.”
¿Quieres un trabajo que te ayude a construir un castillo o una jaula de oro?
Siempre muy interesantes los recursos que compartes, Christopher. No había leído ese artículo de Tim. Gracias.
Respecto a tu segundo punto, me parece muy lúcido tu análisis y ciertamente el primer paso es reconocer si estamos persiguiendo lo que realmente queremos. Con las empresas a veces (¿o todas las veces?) pasa que caemos en la trampa de que para tener éxito siempre hay que crecer (más clientes, más proyectos, más empleados). Pero no nos paramos a pensar de que si el objetivo es "siempre crecer" entonces es una meta vacía. Debiéramos optimizar para que sea la empresa (y no al revés) la que "vele" por la vida que nosotros queremos, y en ese punto me parece muy acertada tu idea del downgrading. Ciertamente es complejo, por lo que me gustaría (y te animo) a que compartas tus reflexiones y aprendizajes con nosotros. 🙏
El otro día comentaba con un compañero de trabajo que a menudo la gente se imagina las empresas como una pirámide en la que el objetivo es ascender, pero en realidad, se parece más a una espiral en la que vas quedando atrapado tú mismo a base de ascender. Cuanto más poder, menos libertad, más horas de trabajo, más estrés, etc.
Me ha gustado tu comparación del trabajo con la religión. Ponemos en el trabajo mucho más de lo que nos devuelve, y a menudo esperamos de él la respuesta a nuestra existencia y un propósito vital. Nada de esto se encuentra en él, pero muchas veces lo vemos demasiado tarde.
Felicidades por el artículo.