Quizás suena pretencioso el título de este artículo. Como si se tratara de una invitación a un silencio místico, o un llamado a una mayor humildad del discurso humano, o algo así. En realidad, no.
Leyendo libros introductorios de filosofía (La aventura del pensar de Fernando Savater y El Búho de Minerva del chileno Rafael Echeverría), descubrí la analítica del austríaco Ludwig Wittgenstein, quien pretendía aterrizar y reducir el conocimiento posible a lo que el lenguaje permitiera. Casi como en un resurgimiento (actualizado) de la lógica aristotélica, Wittgenstein pensaba que para comunicarnos hay cosas que el lenguaje puede transmitir y otras no.
En su libro Tractarus Logico-Philosophicus, Wittgenstein dice: "De lo que no se puede hablar, mejor es callar." De esta forma, declaraba que lo más importante de su obra no era lo que decía, sino precisamente lo que callaba.
"Un hombre lo es más por las cosas que calla que por las que dice." (Albert Camus en El mito de Sísifo)
Lo que pretendo hacer aquí, entonces, es una apología o defensa práctica del silencio, que pareciera ser una actividad "mirada en menos" por la sociedad hiperconectada en la que vivimos. Y lo hago porque personalmente disfruto del silencio y valoro sus beneficios. Y también sé, por amigos y familiares que son padres, que el silencio (y también la soledad) es un bien doméstico escaso, por no decir inexistente. ¿Un lujo?
Pero en realidad, en círculos sociales cercanos veo que a la mayoría no le gusta estar en silencio. Pienso, quizás, porque los obliga a enfrentarse a sí mismos.
Por eso veo que optamos por estar permanentemente ocupados en algo, por muy trivial que sea.
Sostengo que este ajetreo (busyness) nos separa de la realidad material.
Y es que, en efecto, nos gusta estar ocupados. Mientras más cosas tenemos que hacer nos sentimos (más) exitosos y valorados. Conozco a varios/as así. Como si una lista de tareas abultada fuera sinónimo de una buena vida. Pero a través de esta forma de vivir (en permanente busyness), no vemos que así evitamos experiencias aparentemente menos placenteras, como estar en silencio o aburridos, y optamos por bloquearlas con "ruido mental." Viviendo siempre de un modo reactivo, sin espacio para la reflexión.
¿A qué me refiero con "ruido mental"? Bueno, a las redes sociales vacías, las maratones de Netflix, la tele siempre encendida, el estar constantemente rodeado de gente, las (sobrecargadas) listas de tareas... En fin, todas las formas posibles que usamos para evitar el silencio. Usamos este "ruido mental" como entretenimiento, en permanente distracción para no prestar atención a nada importante.
Esto lo pienso, por ejemplo, en quien escucha música o tiene el televisor encendido todo el tiempo. ¿De verdad le están prestando atención? Me disculparán mis vecinos reggaetoneros, pero ¿realmente escuchan atentamente esa música mientras conducen sus autos o limpian sus casas? O aquellas personas de mayor edad en que la televisión se ha convertido en sinónimo de compañía. Entiendo el grado de soledad a la que pueden enfrentarse y tratar de lidiar, pero ¿tanto miedo le tenemos a nuestra propia compañía?
Pareciera que usamos distintas formas de "ruido mental" como válvula de escape.
El psicólogo Carl Jung señalaba que, en aquellas comunidades primigenias de la prehistoria, los seres humanos buscábamos ruido porque efectivamente necesitábamos la comodidad y seguridad de un grupo social (estar acompañados) para sobrevivir. Sin embargo, si bien como seres humanos seguimos siendo (muy) sociales, en la sociedad moderna nuestras vidas no están bajo amenaza permanente, por lo que no necesitamos de un grupo para sobrellevar la vida todo el tiempo. Dicho de otro modo, alejarnos de nuestro entorno durante un par de horas no pone nuestras vidas en peligro.
Pero todos conocemos personas que no toleran estar solos, o en silencio (ya sea acompañados o no). ¿Quién no ha sentido ese "silencio incómodo" con otros? ¿Por qué ocurre? ¿Les pasa a todos lo mismo o depende de donde venimos?
El silencio como cultura... y eslogan
Buscando y aprendiendo sobre esto, me encontré con que la aceptación del silencio es más bien cultural. Así, mientras en los países asiáticos se sienten cómodos con uno o dos minutos de silencio cuando conversan, los estadounidenses generalmente se sienten incómodos con apenas un segundo de silencio. Más exagerados somos los latinoamericanos, donde la gente con frecuencia se interrumpe, por lo que nunca hay silencios en las conversaciones. (Levanto la mano aquí, porque reconozco que suelo interrumpir a mis interlocutores. Lo asocio a una habilidad blanda no desarrollada, ¡bajo ningún motivo como rechazo al silencio!)
Para los japoneses, de hecho, el silencio es visto como algo positivo. Su gente valora el silencio durante una conversación, pues lo entiende como una forma de comunicación no-verbal, que transmite emociones y simboliza respeto y distancia.
En efecto, para la antropóloga nipona Takie Lebra existen cuatro dimensiones del silencio japonés: veracidad, discreción, vergüenza y rebeldía. Las primeras tres dimensiones del silencio son útiles para mantener relaciones sociales positivas. Sólo la última dimensión (de rebeldía o desobediencia) tiene una connotación negativa, pues puede interpretarse como una "falta de respeto" para con su interlocutor.
Pero en el mundo occidental, en general, el silencio lo asociamos a duda, soledad o dolor.
Pero se ha visto un cambio.
Algunos ya reconocemos el problema de la sociedad moderna que nos quiere mantener siempre atentos y conectados a muchas cosas (por la economía de la atención, como escribí hace un tiempo), aunque sea muy difícil mantenerse al margen.
En este sentido, como respuesta a la hiperconectividad, se ha re-valorado tanto el silencio que incluso se ha transformado en "atracción turística" para europeos y norteamericanos.
¿Cómo?
Finlandia es un país conocido principalmente por sus atractivos naturales, la civilización nórdica y su sistema educativo. Pero en el año 2010, con objetivo de convertir este país en un destino turístico mundial, ¡los publicistas locales reconocieron al silencio como una marca propia de Finlandia!
Es que para los fineses, al igual que los japoneses, el silencio constituye un aspecto positivo de la vida social.
En el informe de marketing que se generó (Country Brand Report 2010), se afirma que "el silencio es un recurso" para Finlandia, algo que podría comercializarse, como el acceso a la naturaleza. "En el futuro, la gente estará dispuesta a pagar por la experiencia del silencio", se lee en este informe.
Pero si pensamos más sobre esto, nos daremos cuenta que en realidad ya pagamos por silencio hace tiempo...
¿Qué hacemos cuando compramos audífonos con cancelación de ruido, o pagamos cursos de meditación, o "arrancamos" al cerro? En parte, para obtener silencio. Los publicistas de Finlandia solo vieron una oportunidad (más) para atraer turistas. No nos debiera sorprender.
Como resultado de su campaña, los fineses desarrollaron el eslogan "Silence, Please", que resultó ser uno de los conceptos más populares del cambio de marca (rebranding) de Finlandia del 2010.
De acuerdo al sitio web Bussiness Finland:
"'Silence, Please' presenta a Finlandia como una contraparte al ritmo frenético y cada vez más acelerado de la vida diaria. Finlandia ofrece paz y tranquilidad, y espacio para respirar, incluso en el corazón de la ciudad. Aquí, los visitantes pueden tomarse las cosas con calma, alojarse en una cabaña, disfrutar de un sauna y explorar un entorno natural intacto."
Es curioso que el silencio se utilice dentro de una campaña de marketing. Después de todo, es algo que no podemos pesar, registrar ni exportar. No podemos comerlo, recolectarlo ni regalarlo. Y también nos hace pensar sobre la valorización de los recursos. Muchos protestamos cuando sabemos que, al menos en Chile, se ha privatizado todo (el agua, la educación, la salud, etc.). ¡Te apuesto a que no pensabas que incluso se podía poner un precio al silencio!
Lo importante es que esta campaña publicitaria de Finlandia plantea la cuestión de cuáles son realmente los efectos tangibles del silencio. Y que hay gente dispuesta a viajar y gastar dinero para conseguirlos.
El valor del silencio
El norteamericano Henry D. Thoreau (de quien ya escribí algo) anotó en su diario en 1853: "Deseo escuchar el silencio de la noche, porque el silencio es algo positivo para ser escuchado." En otra entrada de su diario señala que, en toda gran conversación, "debería haber un cierto grado de silencio."
También, en su libro Walden, Thoreau expuso que el silencio ennoblece la conversación, al "dar espacio al pensamiento para que este se desarrolle."
Y es que además de los beneficios ya conocidos, como alivio al estrés, mejora en la memoria y mejor dormir, el silencio agrega intencionalidad y ritmo a la vida.
Es como ocurre con la música, pienso. Sin silencios, las distintas notas se sentirían iguales. Utilizar el silencio por períodos de distinta duración crea un impacto diferente en el oyente. La música clásica se vale mucho de este recurso. ¡Y Pink Floyd!
Pienso que en la vida ocurre lo mismo. Todos necesitamos momentos de silencio.
Quien vive sometido constantemente al "ruido mental" nunca se concentra del todo, nunca reflexiona.
Porque cuando hacemos una pausa y damos espacio al silencio, no solo dejamos de hablar y escuchar (pasivamente). Cuando callamos la mente, aparecen (activamente) las ideas y las soluciones. La reflexión y la observación. Al fin y al cabo, la meditación no es más que una práctica rigurosa del silencio.
La experiencia del silencio
Quiero terminar con dos reflexiones sobre la experiencia del silencio, una científica y otra artística.
La primera es sobre la disciplina del ecólogo acústico Gordon Hempton, conocido por registrar sonidos de la naturaleza. Especialmente uno: el silencio.
Gordon cree que el silencio es una especie amenazada, pero que quizás esté reapareciendo.
“Como consecuencia de los confinamientos por el COVID-19, ha ocurrido algo único: muchas personas han conocido el silencio”, afirma el ecólogo para National Geographic.
(Quizás por eso también vimos un repunte en problemas mentales durante las cuarentenas. Muchos se vieron obligados a experimentar soledad y silencio, pero no estaban acostumbrados.)
Gordon Hempton quiere ayudarnos a recuperar el valor del silencio: “No hace mucho tiempo se pensaba que el agua limpia no era tan importante, que ver las estrellas no era tan importante. Pero ahora lo es. Creo que hoy nos estamos dando cuenta que la tranquilidad es importante, y que necesitamos silencio. El silencio no es un lujo, es esencial."
Hempton es cofundador de Quiet Parks International (QPI), una organización sin fines de lucro dedicada a poner el silencio natural al alcance de tantas personas como sea posible, concediendo certificados y protegiendo los lugares tranquilos y silenciosos. Te invito a escuchar esta entrevista sobre su trabajo.
Lo novedoso del planteamiento de Gordon es que nos enseña que el silencio no es la ausencia de sonidos, sino la ausencia de ruido.
La segunda reflexión final es de la artista serbia Marina Abramović. En su libro autobiográfico Derribando muros, Marina escribe sobre la relación del artista con el silencio:
"Un artista tiene que entender el silencio.
Un artista tiene que crear un espacio para que el silencio entre en su obra.
El silencio es como una isla en medio de un océano turbulento."
Pero me quiero quedar con un video que encontré hace unos meses, que muestra la exhibición "The Artist is Present" que Marina montó en el MoMA de Nueva York en 2010. La exposición se basaba en el convencimiento de la artista que, sin la participación de los espectadores, el trabajo de los artistas es incompleto.
Sentada en silencio frente a una mesa de madera y una silla vacía, Marina esperaba que las personas se turnaran para sentarse y mirarla a los ojos. En el transcurso de casi tres meses, durante ocho horas al día, Marina se encontró con la mirada de más de 1.000 extraños, muchos de los cuales (incluida Marina) se conmovieron hasta las lágrimas.
La propuesta de Marina Abramović me hizo reflexionar sobre dos cosas: la primera, la enorme necesidad de contacto humano que tenemos (¡no hay duda que somos seres sociales!). La segunda, más importante en el contexto de este artículo, es que sí podemos comunicarnos con silencio.
Y si te cuesta encontrar un momento de silencio, te sugiero... escuchar música. Pero no lo que esperas. Como nos relata el director de orquesta chileno Paolo Bortolameolli en su libro Rubato, en 1952 "el compositor norteamericano John Cage escribió una obra que por años ha despertado todo tipo de análisis. 4'33'' es una composición para ser interpretada por cualquier instrumento o conjunto. Tiene tres movimientos, pero no hay ni una sola nota, ni un solo ritmo escrito. Solo silencio."