No compramos con dinero
En toda transacción financiera no intercambiamos dinero sino tiempo.
“El precio es lo que se paga. El valor es lo que se obtiene.” (Warren Buffet)
El experimento de Henry D. Thoreau
Henry David Thoreau (1817-1862) fue un naturalista, ensayista, poeta y pensador estadounidense, impulsor del Trascendentalismo junto a su colega y amigo Ralph Waldo Emerson. También es conocido por sus libros Walden, una reflexión sobre la vida simple entorno a la naturaleza, y Desobediencia Civil, un ensayo sobre la rebeldía ante un gobierno injusto (Thoreau no quiso pagar sus impuestos como protesta ante la Esclavitud que imperaba).
A principios de 1845, Thoreau sintió la necesidad de concentrarse y trabajar más en su escritura, por lo que se alejó de sus labores de docencia en Concord, Massachusetts. En julio del mismo año, Thoreau se mudó a una pequeña cabaña en la Laguna Walden, construida por él mismo, en un intento por aislarse de la vida social y para “respirar” naturaleza.
El resultado del viaje fue Walden, libro que resume sus reflexiones derivadas de los dos años que duró la experiencia. Sobre qué lo motivó a hacerlo, Henry nos cuenta en este libro:
“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía para enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida. Para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido.” (Henry D. Thoreau en Walden)
La nueva economía de Thoreau
Una de las reflexiones más inspiradoras en Walden es la teoría económica que desarrolla Thoreau, basada en un principio que ahora sería adscrito al minimalismo: más puede ser menos.
El primer (y más largo) capítulo de Walden se titula Economía. Contiene varias descripciones, bastante poéticas, sobre la naturaleza y la condición humana; pero también incluye tablas de gastos, en las que Henry registró los costos de su vida en la Laguna Walden, centavo por centavo.
En uno de los pasajes del capítulo, Thoreau informa:
$28.12 ½ Casa
$14.72 ½ Granja (un año)
$8.74 Comida (ocho meses)
$8.40 ¾ Vestimenta, etc.
$2.00 Aceite, etc. (ocho meses)
—
$61.99 ¾ Total
El propósito de Thoreau con estas tablas era registrar en detalle (no poética ni filosóficamente) cuánto costaba mantener la vida que tenía en la Laguna Walden. Un estilo de vida que tal como describe en extenso en el primer capítulo, satisfacía todas sus necesidades básicas: comida, refugio y abrigo.
Thoreau contrastó los costos tabulados con la cantidad de horas que debería trabajar si quisiera mantener ese estilo de vida minimalista. Después de aterrizar y jugar con los números durante el experimento, Thoreau descubrió que:
"Con trabajar unas seis semanas al año podía sufragar todos los gastos de la vida. En invierno, y casi siempre en verano, estaba libre y tranquilo para estudiar." (Henry D. Thoreau en Walden)
Dicho de otro modo, a Thoreau le bastaba trabajar un día a la semana durante el año para vivir bien.
La novedad del análisis de Thoreau es esta: cambia la unidad de medida del trabajo, pasando del dinero al tiempo. Es decir, construye una nueva teoría económica que él mismo resume en Walden:
“El costo de una cosa es la cantidad, de lo que yo llamo vida, que se requiere intercambiar, ya sea inmediatamente o en el largo plazo.” (Henry D. Thoreau en Walden)
Es decir, el precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que intercambiamos por ella.
El dinero como medida
En algún momento de la historia comenzamos a otorgarle una importancia desproporcionada al dinero frente a cualquier otra forma de medir nuestro trabajo, éxito, bienestar, crecimiento, etc.
Esto es relevante, pues no hay duda que el dinero y los mercados han existido por miles de años. No cabe duda que el dinero es la moneda de cambio en muchas civilizaciones. Pero en sociedades tan diferentes como la antigua Grecia, la China Imperial, la Europa medieval, y la América colonial, aún existiendo el dinero, es sabido que no se medía el bienestar de la gente en términos de la cantidad de dinero que tuvieran o produjeran.
De hecho fue solo a mediados del siglo XIX que Estados Unidos, y en menor medida otras naciones ya industrializadas como Inglaterra y Alemania, comenzaron a dar un valor preponderante al dinero. Empezaron a medir el progreso en la cantidad de dólares, entendiendo el bienestar social en función de la capacidad de la gente de generar dinero.
Evidentemente, este cambio de pensamiento fue fundamental, pues determinó que los norteamericanos comenzaran a valorar no solo sus inversiones y negocios, sino también a sus comunidades, al medioambiente, incluso a ellos mismos, según el dinero que produjeran.
Es conocida la historia que en 1791, el entonces Secretario de la Tesorería de Estados Unidos, Alexander Hamilton, escribió a varios ciudadanos solicitando que calcularan las capacidades de producción de capital de sus granjas, tiendas y negocios, de forma que pudiera usar la información para crear mejores indicadores económicos, que aparecerían en su Informe sobre Manufacturas. Pero su decepción fue mayor cuando recibió muy poca información de vuelta. Aparentemente, la mayoría de los estadounideneses de la época no veían, contaban ni ponían un precio en dólares a todo, como él creía.
Pero de una u otra forma, alrededor del siglo XIX, los indicadores económicos basados en el dinero comenzaron a ganar terreno, eventualmente superando en importancia a las estadísticas morales como indicadores de la prosperidad norteamericana. Evidentemente esto repercutió en el resto de naciones, y hoy en día la mayoría de los países (lamentablemente) evalúan y definen sus políticas públicas en función de indicadores meramente económicos.
Alberto Mayol discute en su libro Big Bang, sobre el estallido social chileno de 2019, que parte del malestar social se generó como consecuencia del desacoplamiento de indicadores de bienestar social y cultural en relación a los indicadores macroeconómicos (preciados por los “expertos”) como el PIB, tasas de desempleo, interés, inflación, deuda externa, y un largo etcétera. Todos, por lo demás, muy alejados de la economía doméstica (oikonomicós).
Y pensar todo en términos de dinero llevó sin duda a la máxima capitalista sobre la acumulación de capital sin techo. Thoreau, ya en 1845, anticipaba el problema que esto conllevaría:
"El lujo de una clase es compensado por la indigencia de otra." (Henry D. Thoreau en Walden)
Poco tiempo después, quizás este tipo de reflexiones influirían en el materialismo histórico de Karl Marx, con su libro El Capital de 1867.
Repensemos el valor del dinero versus el tiempo
La teoría económica tradicional (capitalista-occidental) se enfoca solo en resultados monetarios. Todo se mide en dólares. Claramente es una visión incompleta de la sociedad, porque tal como nos enseñó Thoreau, deja fuera el costo en vida que requiere cada transacción.
Como ya mencioné, Thoreau calculó que era capaz de satisfacer todas sus necesidades básicas con el equivalente a un día de trabajo por semana.
Lo que los granjeros y fabricantes de la época estaban ganando con toda la vida que sacrificaban en su trabajo eran cosas levemente mejores: cortinas de telas caras, ollas y utensilios de cobre o plata, quizás un carruaje elegante para viajar por el pueblo... Nada realmente importante, a juicio de Henry.
“Veo jóvenes, mis vecinos, cuya desgracia es haber heredado granjas, casas, graneros, ganado y herramientas; porque es más fácil adquirir estas cosas que deshacerse de ellas.” (Henry D. Thoreau en Walden)
La teoría económica tradicional dice que toda ganancia es buena, y que mientras más recibas, mejor. La teoría de Thoreau, en cambio, nos pide poner en la balanza esta ganancia versus el costo medido en términos de “tu vida.”
Nos pide tratar los minutos de nuestra vida como algo concreto y valuable, y cuestionarnos siempre “cuánta vida” estamos dispuestos a transar por las actividades y cosas que permitimos y reclaman nuestro tiempo, para no caer en esto:
"Los hombres se han convertido en las herramientas de sus herramientas." (Henry D. Thoreau en Walden)
Sin embargo, no podemos negar que es difícil adoptar la posición de Thoreau en nuestra sociedad moderna. Nos han enseñado que si queremos más —dinero, logros, felicidad, etc.— debemos hacer más. Siempre añadiendo más (tareas, posesiones, etc.)
Pero quizás la respuesta está en Walden. Quizás para lograr más no debemos añadir, sino sustraer. Hacer menos.
Thoreau nos enseña:
"Un hombre es rico por el número de cosas que puede permitirse dejar en paz." (Henry D. Thoreau en Walden)
Y es que hacer más no tiene porqué definir nuestra felicidad, pues son nuestros pensamientos (percepciones) los que en último término nos hacen felices o no. Marco Aurelio lo expone más poéticamente cuando nos dice que "el alma se tiñe con el color de los pensamientos."
Hacer menos no es flojera. Tampoco procrastinación. Simplemente es una forma de aplicar nuestros valores y vivir una vida intencionada y más productiva (en todo ámbito, no solo laboral).
“La mayoría de los lujos y muchas de las llamadas comodidades de la vida no sólo no son indispensables, sino que resultan un obstáculo evidente para la elevación espiritual de la humanidad.” (Henry D. Thoreau en Walden)
En un reciente estudio de Fundación Sol (2020) nos cuentan que el 50% de los trabajadores chilenos gana menos de $401.000, 2 de cada 3 trabajadores menos de $550.000 líquidos y solamente el 19,4% gana más de $800.000 líquidos. Si consideramos una jornada laboral de 45 horas semanales (ley vigente en Chile), al primer trabajador (supongamos que gana $400.000) le toma 3,4 días de su vida comprarse un par de zapatillas Adidas, y 2 días comprar la camiseta de su equipo de fútbol favorito. Al tercer trabajador (que gana $800.000) le toma casi 6 días de trabajo comprar un smartphone Huawei. ¡Son 54 horas de su vida!
Cuando compremos cosas, no pensemos en el dinero que gastamos, sino en la vida que transamos.
Quiero terminar con dos reflexiones (citas) sobre cómo (creo) debemos repensar nuestra relación con el dinero y la felicidad.
La primera cita es de Naval Ravikant, emprendedor e inversionista indio-estadounidense, quien nos clarifica lo que el dinero sí puede hacer por nosotros:
"El dinero te compra libertad en el mundo material. No te hará feliz, no resolverá tus problemas de salud, no hará que tu familia sea grandiosa, no te pondrá en forma, no te calmará. Pero resolverá muchos problemas externos." (Naval Ravikant)
La segunda reflexión es de Henry David Thoreau (¡quién más!), cuya lectura de Walden me llevó a escribir este artículo, y que nos habla del concepto de Amor fati, popularizado décadas después por Nietzsche, pero inspirado en las enseñanzas del Estoicismo:
"Por mediocre que sea vuestra vida, aceptadla y vividla; no la esquivéis ni la denostéis. No es tan mala como vosotros. Parece más pobre cuando más ricos sois. Quien a todo le saca punta encontrará faltas incluso en el paraíso. Amad vuestra vida por pobre que sea. Tal vez tengáis una hora grata, conmovedora, gloriosa, incluso en un asilo.
Cultivad la pobreza como un jardín de hierbas aromáticas, como la salvia. No debe preocuparos lograr más cosas, sean vestidos o amigos. Dad la vuelta a los viejos; volved a ellos. Las cosas no cambian; cambiamos nosotros. Vended vuestras ropas y conservad vuestros pensamientos."
Muy inspirador. Conocí su historia de Walden hace unos años y me sentí muy inspirada y reflejada. Necesitamos mucho menos de lo que pensamos y más de eso que “no consideramos”,’ o al menos no tanto.
Gracias por esta nota!