Las danaides en el infierno
Qué es un experto, contexto y valores libremente elegidos.
🖼️ Una pintura:
Según la mitología griega, Belo fue un gran rey que tuvo dos hijos gemelos, Dánao y Egipto. El rey estableció a Dánao en lo que hoy es Libia y a Egipto en una porción de Arabia que luego el príncipe rebautizaría con su nombre. Cuando Belo murió, los gemelos se enfrentaron por el resto del reino.
En un intento de reconciliación, los hermanos acordaron el matrimonio de los cincuenta hijos de Egipto (los egiptiadas) con las cincuenta hijas de Dánao (las danaides). Sin embargo, Dánao ordenó a sus hijas que llevaran una daga para que, durante la noche de bodas, asesinaran a sus respectivos maridos.
Juzgadas por este tremendo crimen, las danaides fueron condenadas a rellenar eternamente un barril sin fondo en el Inframundo.
En la pintura de Nicolas Bertin, artista francés del Barroco, vemos algunas de las danaides cumpliendo la sisífica misión. Una de ellas clama misericordia al cielo. Hades observa.
🍵 Dos reflexiones:
Para el físico danés Niels Bohr, ganador del Nobel en 1922, un experto es quien ha cometido todos los errores posibles dentro de una disciplina. Quien nunca se equivoca o cree saberlo todo, es porque en realidad no lo ha intentado todo. [Fuente]
Es más fácil detectar los errores ajenos en vez de los propios porque juzgamos a los demás basándonos únicamente en sus acciones, mientras que cuando nos juzgamos a nosotros mismos creamos una historia que justifica nuestros errores y malas decisiones. O sea, nos parece importante el contexto sólo cuando se trata de nosotros. [Fuente]
🦉 Un recuerdo del archivo:
Una característica fundamental de los valores es que se experimentan como algo libremente elegido. No son deberes. No se eligen basándose en un "debería". No hay valores buenos ni malos, ni mejores ni peores, ni correctos o incorrectos. Los valores son una expresión de la diversidad de intereses de las personas. Por lo tanto, debemos aprender a distinguir los valores que parecen impuestos por una entidad externa (como una persona, un gobierno o una religión), porque en esos casos estamos hablando de moral, es decir, de la imposición de normas de comportamiento o creencias sobre lo que es y no es aceptable hacer.
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🪴 Algo más:
En su texto La elección de las palabras, el ensayista Clément Rosset señala:
“Sin la palabra, que es la única que cuenta en la expresión de un pensamiento, el pensamiento en cuestión no es nada más que un fantasma en espera de un cuerpo. Donde faltan las palabras para decir, falta también el pensamiento.”
Como las palabras determinan nuestras ideas y emociones, hay un problema, no obstante, cuando las palabras no existen, cuando el fantasma persiste. Por eso John Koenig, autor del libro “The Dictionary of Obscure Sorrows”, se planteó un desafío: acuñar y definir neologismos para aquellas sensaciones no descritas en el lenguaje.
Si bien sigo leyendo el diccionario, he aquí algunas de sus creaciones:
Vemöladen = miedo a que ya no sea posible la originalidad. Del sueco vemod, tristeza tierna, melancolía pensativa + Vemdalen, nombre de una ciudad sueca, que es el tipo de cosas que IKEA usa para nombrar sus productos.
Koinophobia = miedo a haber vivido una vida ordinaria. Del griego antiguo κοινός (koinós), común, ordinario, despojado de especialidad + -φοβία (-phobía), miedo.
Agnosthesia = estado de no saber cómo te sientes acerca de algo. Del griego antiguo ἄγνωστος (ágnōstos), no saber + διάθεσις (diáthesis), condición, estado de ánimo.
Alazia = miedo a no ser capaz de cambiar. Del griego αλλάζω (allázo), cambiar + displasia, desarrollo anormal de tejido.
Ambedo = trance momentáneo de claridad emocional. Del latín ambedo, "hundo mis dientes en".
Ojalá alguna de estas palabras comenzara a circular.
Después de todo, como advierte Fritz Mauthner en sus Contribuciones a una crítica del lenguaje:
“Por ser el lenguaje una fuerza social entre los hombres, ejerce también una fuerza sobre el pensamiento del individuo. Lo que en nosotros piensa es el lenguaje, lo que en nosotros versifica es el lenguaje. La sensación tantas veces traída en palabras, de yo no pienso: algo piensa en mí: esta sensación de coacción, de fuerza, es completamente justa.”
Así es. Yo no pienso: algo piensa en mí.
Yo, sin tapujos, me declaro koinofóbico buena parte del tiempo, porque valoro muchísimo las posibilidades del vivir y no me gustaría llegar a pensar en algún momento que me he sumergido en lo ordinario pudiendo aspirar, siquiera en algunas ocasiones, a lo excelso.