🖼️ Una pintura:
Esta obra de 1901 es una mezcla de simbolismo y academicismo: simbolista por la composición y academicista por la técnica.
La pintura es extraña: en un balcón muy elegante (digamos balaustrada y ampliamos el vocabulario), entre marmóreo y cerámico, una niña desnuda intenta alcanzar una esfera transparente que sostiene (y que le impide tocar) una mujer, también desnuda pero cubierta con una delgada seda. Entre el detalle de los cabellos, los surcos y sombras, y el reflejo en el piso, no hay duda de la habilidad del artista.
Aprendo que la composición yuxtapone la veneración a la naturaleza y la aspiración a la cultura, dos preocupaciones fundamentales de la sociedad estadounidense ochocentista. La esfera transparente, símbolo de las ilusiones, es mantenida fuera del alcance de la niña, símbolo de la inocencia.
🍵 Dos reflexiones:
A propósito del Cyberday en Chile: cuanto más rápido quieres tener algo, más fácil es manipularte. [Fuente]
A propósito de internet y los chatbots: cuando acceder a información es fácil, trivial y rápido, filtrar y prestar atención a lo importante es lo raro. [Fuente]
🦉 Un recuerdo del archivo:
Con el paso del tiempo varias prácticas alternativas se fueron desechando, separando o bien fueron absorbidas por otras, por la simple razón de que en el camino fuimos aprendiendo más. La alquimia dió origen a la química, por ejemplo, y la astrología se escindió de lo que hoy es la astronomía. Como decía Michel de Montaigne en 1580: "Nada se cree con mayor firmeza que aquello que se conoce menos." Por eso, conforme avanzó el conocimiento y la investigación científica, fue posible "desenmascarar" muchas de estas "ciencias alternativas". La frenología, por ejemplo, desarrollada alrededor de 1800 por el alemán Franz Joseph Gall, afirmaba que podía predecir rasgos de la personalidad mediante la medición del cráneo. Hoy es una pseudociencia totalmente desacreditada y nadie la practica (¡espero!). Pero muchas otras persisten, como la iridología, la homeopatía o el mesmerismo.
Sigue leyendo → Contra la enfermedad
🪴 Algo más:
En El escolar americano (1837) Emerson reflexiona sobre lo curioso del “placer que obtenemos de los mejores libros”, pues “imprimen en nosotros la convicción de que una misma naturaleza escribe y lee.” Remata diciendo que:
“Bien usados, los libros son lo mejor que hay; si se abusa de ellos, lo peor.”
Aún sin sentirme parte de lo segundo, y aprovechando la reciente Furia del Libro en la Estación Mapocho, me llevo algunos títulos a casa: de no ficción (y de chilenos) “La partida fantasma” de Leonardo Sanhueza, “Antes que yo muera” de Germán Marín y "Por las ramas” de Roberto Merino; y de ficción “Si fuéramos animales” de Wilheim Genazino (alemán) y “El amor de los hombres solos” de Victor Heringer (brasilero), este último recomendado encarecidamente por la vendedora. En la contratapa Zadie Smith escribe:
Al terminar (la novela), uno tiene el deseo de conocer de inmediato al joven que la escribió, estrechar con fuerza su mano y felicitarlo por el comienzo de una carrera brillante. Pero Victor Heringer ya no está. Se marchó dejando atrás este hermoso libro.
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