🖼️ Una pintura:
“La batalla de los centauros” de Domenico Tojetti es una obra del Realismo italiano que nos muestra una escena de este evento comparable a la Titanomaquia.
Cuenta la historia que Pirítoo, rey de los lápitas, contrajo matrimonio con Hipodamía, una de las mujeres más hermosas de la Grecia Antigua. El día de su boda, Pirítoo invitó a un fastuoso banquete a todos los habitantes de la región, incluidos los centauros. Pero estos, que nunca habían probado el vino, se emborracharon e intentaron raptar y violar a Hipodamía, junto a otras mujeres que habían ido a la fiesta. (En la pintura se ve a la novia, vestida de azul, siendo apresada por un centauro).
Este fue el origen de la famosa guerra entre centauros y lápitas, que acabó con la derrota de los primeros, gracias a la intervención Teseo, fiel amigo de Pirítoo, quien aparece imponente al centro de la composición.
La batalla entre centauros y lápitas es una metáfora del conflicto entre los bajos instintos y el comportamiento civilizado. La lucha permanente entre naturaleza salvaje y cultura.
¡Y todo por el vino! 🍷
🍵 Dos reflexiones:
A los veinte años, tu situación refleja las circunstancias de tu infancia. A los cuarenta, tu situación refleja tus propias decisiones como adulto independiente y responsable. A los sesenta, tu situación refleja cuánto impacto tuviste en la vida de otras personas. [Fuente]
Si la libertad y la paz mental son parte de tu definición de éxito y riqueza, comprenderás naturalmente el valor del anonimato y de cuidar tu vida privada. [Fuente]
🦉 Un recuerdo del archivo:
Humberto Maturana sostiene que una adecuada terapia psicológica será aquella en la cual el especialista es capaz de llevar al paciente a un dominio emocional diferente, donde el problema por el cual consulta ya no es posible. Es decir, facilita el fluir de un dominio emocional a otro donde el razonar de un problema encuentra solución.
Sigue leyendo → Emocionar y razonar
🪴 Algo más:
La semana pasada terminé dos libros relativamente cortos (<200 páginas) que se leen bastante rápido, en dos o tres días cada uno.
“Canción de infancia” es un relato autobiográfico de J.M.G. Le Clézio donde cuenta sus vivencias siendo un niño durante fines de la Segunda Guerra Mundial.
Si bien intercala relatos alegres e informativos sobre cómo era la vida en la Bretaña francesa, su historia es también dura y desgarradora (p. 131):
Tener hambre no es solo ese huequito delicioso que notas antes de llegar a casa, al salir del colegio. Ni que se te haga la boca agua delante de la mesa puesta, del plato humeante o del mostrador refrigerado lleno de pasteles de todos los colores. Ni siquiera es esa urgencia después de una caminata, o de un cansancio físico, como la que pude sentir cuando crucé la selva del nacimiento del Tuira hasta el Palo de Las Letras, en la frontera colombiana. Todo eso lo he vivido, pero no era hambre. Solo era una necesidad o una apetencia que quedaban satisfechas en cuanto empezaba a comer.
El hambre a la que me refiero la sentí en la primera infancia, durante la guerra. Es de lo único que me acuerdo. No era un hueco sino un vacío, en el centro de mi cuerpo, todo el rato, a cada instante, un vacío que nada puede colmar, que nada puede saciar. Hambre de día y de noche, fuera y dentro, en la cama y en la cocina, durmiendo y andando.
El otro libro fue “Falconer”, considerado una de las mejores obras de John Cheever, el Chéjov de los suburbios. Narra la historia de Ezekiel Farragut, condenado a 10 años de cárcel por asesinar a su hermano.
En un pasaje, Farragut reflexiona sobre su tendencia a intelectualizar todo (p. 76):
Mi razón, con sus grandes reclamaciones de fuerza, luz y utilidad, está totalmente inválida sin el calor de los sentimientos.